¡Épa, Isidoro!| … el último cochero de Caracas

Cuando se habla de Caracas resulta obligado mencionar al maestro Billo Frómeta, quien a pesar de haber nacido en Santo Domingo y conservar su nacionalidad hasta sus últimos días, adoptó nuestro país como su patria chica y gracias a su música fue bautizado como el eterno “Novio de Caracas”.

Billo, cuyo nombre original fue Luis María Frómeta Pereira, amó nuestra capital como pocos. Habló de sus esquinas y sus referencias, del muerto que supuestamente salía en la esquina de Gradillas, de las hermosas flores que crecen en Galipán. Se paseó por los techos rojos de aquella floreciente capital que tarde o temprano se habría de convertir en lo que hoy es: una ciudad cosmopolita, que en su seno cobija mil nacionalidades y centenares de ideas. Le cantó a la ciudad de la que se enamoró y fueron sus habitantes blanco de su prestigiosa pluma musical. Uno de ellos fue Isidoro Cabrera, quien por espacio de 52 años ejerció la profesión de cochero, convirtiendo su labor y su vehículo en símbolo caraqueño

Isidoro Cabrera fue el último cochero de nuestra ciudad y nació en la casa marcada con el #2, entre las esquina de Teñidero y Chimborazo, en la Parroquia La Candelaria, el 2 de Enero de 1880, durante el segundo gobierno del general Guzmán Blanco. El oficio lo heredó de su padre, Victorino Cabrera, un canario bonachón, que como él recorrió las calles de Caracas en un portentoso coche tirado por hermosos caballos que, ya viejos, no podían presentarse en el Hipódromo de El Paraíso.

A finales del siglo IX, las calles de Caracas aún no habían sido pavimentadas; una ciudad con las calles de tierra salvo las principales, que por ser empedradas, hacían que los casquillos de los cascos de los caballos soltaran chispas. Todo el transporte, tanto de personas como de mercancías se hacia a tracción de sangre-bestias.

Esa hermosa Caracas que estamos empeñados en recuperar, era la ciudad llena de carruajes de todo tipo, desde la sencilla “tartana” de dos ruedas hasta el lujoso “landó” de cuatro ruedas y techado, pasando por “berlinas” y “faetones”. Caracas, ya se ha dicho, era la ciudad de las carretas y carretillas; de los arrieros y sus recuas de mulas que traían los productos agrícolas por la via del pueblo de Sabana Grande, de Petare, Chacaíto y de Chapellín por donde había otra entrada a la ciudad.

Sin embargo ya esa Caracas donde Isidoro era uno de sus protagonistas, había empezado a cambiar desde el septenio del primer gobierno de “El Ilustre” Guzmán Blanco, quien propuso la modernización a la ciudad, y a la francesa, acometió importantes obras publicas, como la edificación del Capitolio Federal, la remodelación de la Plaza Bolívar, el alumbrado publico a gas y la construcción del ferrocarril Caracas-La Guaira, inaugurado en 1883, con motivo del Centenario de El Libertador Simón Bolívar.

Guzmán autorizó, en su segundo mandato el funcionamiento de la primera empresa de tranvías tirado por caballos, que comenzaron a operar en 1884, pero en 1907, estos tranvías serian sustituidos por los eléctricos, de tal modo que el cochero Isidoro se inicio en una profesión que tenia sus días contados.

Isidoro Cabrera, tenia su parada en la esquina de Monjas a San Francisco, a veces en los alrededores del Capitolio o la Plaza Altagracia, fue el único cochero caraqueño conocido por su nombre y apellido, a los demás cocheros se les llamaba por sus apodos o sobrenombres, como “Padre Eterno”, “Rabanito”, “Monseñor”, “Mascavidrio”, “Tántalo” y “Morrongo, el elegante” entre otros, a los que se podían ubicar con sus vehículos estacionados en las esquinas céntricas de la capital.

EL COCHE

Leemos en la hemeroteca de Luis Rondón, que en cierta ocasión, el General Ignacio Andrade, presidente de la República, solicitó los servicios de Isidoro para que lo condujera a la casa de Gobierno. En el trayecto conversaron y el Presidente se interesó en ayudarlo. Al descender del carruaje, el Jefe del Estado le dijo: “Vuelva mañana que le voy a regalar un coche”, y así, desde ese día, Cabrera tuvo un coche nuevo: un «Victoria» inglés, obsequio presidencial.

Los coches halados por caballos comenzarían a desaparecer con la llegada del tranvía, el tren los automóviles y autobuses.

Es por ello que a Isidoro por mantener su oficio hasta muy entrado el siglo 20, se le considero el ultimo cochero de Caracas, profesión que ejerció hasta el día de su muerte en 1963.

T/Ángel Méndez
F/Archivo CO