Por Farruco Sesto |¡Gracias, Cuba! ¡Gracias, Fidel! (Opinión)

Conocí Cuba por primera vez, en marzo de 1974. Regresé a ella en los años 90. Y desde entonces no he dejado de visitarla. ¿Cuántas veces? Es muy difícil precisarlo, pero seguramente en varias decenas de oportunidades. Algunas de ellas con el privilegio de acompañar al comandante Hugo Chávez.

La conozco a lo largo, en sus distintas provincias, desde Santiago a Pinar del Río, que creo que las crucé todas.

Cuba hermosa, vibrante, humana, sencilla pero orgullosa, acogedora y combativa.

Son ya 42 años de Cuba en el contacto directo, y muchos más desde que se metió en mi corazón en los cincuenta para nunca más salirse.

Siempre Cuba.

Y en Cuba, a eso vamos, siempre Fidel. Como dos realidades inseparables.

Es imposible imaginarse a Cuba sin Fidel, como lo es imaginársela sin su Revolución encandilante. Ni sin su pueblo, autoforjado con tan alto sentido de dignidad, o de decoro, como muy pocos, creo lo han alcanzado a lo largo de la historia. “Cuando hay muchos hombres sin decoro hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres”, dijo Martí. Y entre esos otros en este mundo tan accidentado y extraño en que nos toca vivir, están las cubanas y los cubanos que, en medio de infinitas dificultades y asedios, han construido una fortaleza de compostura con un inmenso valor de humanidad.

¿Y quién fue el dirigente que lo hizo posible? ¿Quién fue el padre, el maestro, el Comandante que supo hacerlo? La respuesta es muy clara y bien precisa: Fidel.

Fidel, Fidel, que ahora se fue, como suele decirse, pero que ya no se irá nunca, como también decimos de aquellos hombres que sintetizando en su ser todo ese decoro del mundo, lo proyectan hacia nosotros en el porvenir.

Cuando tempranito me enteré de la noticia, me entristecí de golpe, y lloré un poco en la soledad de mis cinco de la mañana, frente a la computadora.

Luego corté las lágrimas y corté la tristeza porque me di cuenta de que no tenía lugar.

La vida tiene su principio y su fin y es una ley de la naturaleza que no puede alterarse. Pero la inmortalidad a través de la memoria, y de reconocimiento a la fuerza de la bondad en el sentido pleno, absoluto, integral, de la palabra, es una ley que establecimos los hombres.

Fidel se queda en la memoria para siempre. En la memoria de su pueblo, ciertamente. Pero sobre todo en la memoria de todos los pueblos del mundo que luchan y seguirán luchando por la verdad, por la belleza, por la justicia y por la libertad profunda, no secuestrada, de todos y cada uno de los seres humanos de este planeta desorientado.

¡Gracias Cuba, por darnos a Fidel!

T/ Farruco Sesto
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