Por Armando Carías|¡Qué baratooo! (Opinión)

La valla publicitaria de incandescentes colores y la promoción que nos ofrece la ganga del circo parlamentario expresan la estética del espectáculo que lleva siete meses presentándose bajo la carpa unitaria.

No es mérito anunciar una atracción alegando lo económico de la boletería. Menos aun pregonarlo con la chabacanería de un presentador venido a menos.

El desfile lo abren los elefantes blancos amaestrados, que reciben a la concurrencia aprobando leyes que destrozan lo que encuentran a su paso.

Le sigue el domador de pueblos, con su vistoso traje de demócrata, su deslumbrante discurso neoliberal y su amenazante látigo imperial, que ofrece golpes suaves a quienes se nieguen a cruzar el aro de fuego que lleva en la otra mano.

Los enanos políticos y los payasos mediáticos entretienen a la concurrencia anunciando hambrunas y crisis humanitaria.

No puede faltar en el circo parlamentario el lanzador de cuchillos, que ofrece despellejar vivos a los poderes que se le opongan. Su persuasivo acento de paramilitar entrenado en otros escenarios, despeja toda duda sobre el cartel que le precede.

El mago que transforma empresas de maletín en exitosos números de sus cuentas bancarias y la mujer barbuda que rehúsa afeitarse hasta tanto su sanguinario esposo no salga de la jaula, le dan al “opening” un aire de glamour que anima a las damas de blanco que aplauden desde la frontera.

Cierran el desfile los muertos firmantes, que salen a escena con la promesa de una cercana resurrección. No son parte del circo, solo el relleno que hace bulto para la foto del afiche.

Se acaba la función y en la pista, como siempre, solo el papelillo y el estiércol de los animales que dejaron la única evidencia consistente del circo parlamentario

armandocarias@gmail.com

Se te olvidaron los trapecistas que saltan de un lado a otro y una que otra talanquera cuando es conveniente a sus intereses……