Por Miguel Urbano Rodrigues|¡Una exigencia revolucionaria! (Opinión)

El sistema de poder de Estados Unidos se empeña en derrocar el Gobierno progresista de Venezuela. En el Congreso demócratas y republicanos expresan solidaridad con las fuerzas ultras que en Caracas y otros Departamentos (municipios) promueven la violencia y son responsables por la escasez de productos de primera necesidad. El presidente Barack Obama participa de las críticas al chavismo. John Kerry, el secretario de Estado, afirma que el Gobierno venezolano representa una “amenaza a la seguridad de Estados Unidos”.

La diputada republicana Ileana RosLehtinen, una cubana naturalizada estadounidense, pidió el establecimiento de un bloqueo a Venezuela y la congelación de los haberes del país en EEUU. Una propuesta suya fue aprobada por un subcomité de la Cámara de los Representantes.

En Caracas, el partido Voluntad Popular, de Leopoldo López, y un movimiento de mujeres, dirigido por María Corina, hija del magnate del acero Enrique Machado, llama al desorden. Estudiantes de extrema derecha provocan en las calles disturbios y confrontaciones con la policía. La histeria neofascista asumió tal amplitud, que el propio Henrique Capriles Radonski, excandidato de la derecha a la Presidencia, dice no aprobarla. El secretario general de la OEA, Jorge Insulza, sugirió una intervención militar de los EEUU para “restablecer la democracia”.

The New York Times, The Washington Post y las grandes cadenas de televisión elogian a la oposición y responsabilizan el Gobierno por la violencia callejera.

Después de la sangrienta jornada del 12 de febrero, el imperialismo admitía que estaba en desarrollo un “golpe de Estado suave”. Ahora parece inclinarse para un golpe de Estado violento.

De Miami, dirigentes de organizaciones terroristas como Robert Alonso y Dionisio Suárez (el asesino de Orlando Letelier, exministro de Salvador Allende) lanzan llamamientos inflamados a la “insurrección”.

El presidente Nicolás Maduro está consciente de la extrema gravedad de la situación creada por las provocaciones de la extrema derecha y por la guerra económica concebida en Washington y ejecutada por la oligarquía criolla. La inflación ya rebasó 55% y continúa subiendo.

Sin embargo, la imagen de Venezuela transmitida por los políticos de EEUU y de la Unión Europea y por los media occidentales es falsa.

En Venezuela la salud y la educación públicas son totalmente gratuitas. El analfabetismo fue prácticamente eliminado. Este año el número de matrículas en las universidades fue de 2.600.000. El salario mínimo es el más alto de América Latina. El Estado garantiza alimentos a precios subsidiados a un porcentaje creciente de la población.

Como afirma el escritor Luis Brito, “los pobres celebran, quienes protestan son los ricos”.

Y, además, sin división de las Fuerzas Armadas no hay tentativa de golpe que pueda triunfar. Pero en Washington no se olvidan que en 2002 la traición de algunos generales permitió el suceso inicial del golpe de la derecha. Llegaron a retener al comandante Hugo Chávez, más el gorilazo fue derrotado gracias sobre todo a la resistencia de las masas populares.

Corromper y comprar altos cargos del Ejército es por lo tanto un objetivo permanente y prioritario de la CIA.

Sería un error grave subestimar la complejidad y gravedad de la campaña que pretende derrocar el gobierno legítimo de Venezuela. Quizás nunca como ahora fue tan importante la solidaridad internacionalista con la Patria de Bolívar. En América Latina, de Argentina a México, y en Europa (incluyendo Portugal), son muchas, en estos días, las iniciativas de apoyo a la Revolución Bolivariana.

En momentos en que el imperialismo estadounidense, con el apoyo de la Unión Europea, se esfuerza para imponer a la humanidad un proyecto monstruoso de dominación planetaria es fundamental para derrotarlo comprender que la lucha de los pueblos en defensa de su soberanía pasa por un refuerzo del internacionalismo. Porque la ofensiva es global, la resistencia de las masas debe ser tan global como sea posible. Todo está conectado, interrelacionado. Los trágicos acontecimientos de Ucrania (concebidos y financiados por el imperialismo que ofreció las armas a las organizaciones nazis) se insertan en la misma estrategia que intenta montar ahora el golpe en Venezuela.

Precisamente por eso, la solidaridad con la Revolución Bolivariana es un deber revolucionario. El derrumbamiento del presidente Nicolás Maduro dificultaría enormemente la continuidad de los gobiernos progresistas de Bolivia, de Ecuador, de Nicaragua; amenazaría incluso los procesos neodesarrollistas de Brasil y Argentina. La sobrevivencia de la Revolución Cubana estaría en peligro.

La ofensiva de EEUU y de sus aliados europeos confirma una vez más la lúcida advertencia del Che: el imperialismo estadounidense es hoy el gran enemigo de la humanidad.

*(Corresponsal de Resumen Latinoamericano en Portugal)
Vila Nova de Gaia / Portugal