A desalambrar de Ana Cristina Bracho|¿Dónde está nuestra Historia? (Opinión)

Tendríamos unos cinco o seis años cuando iniciaron nuestras maestras a contarnos la historia del país. Así, como una agenda sabríamos para el resto de la vida que en abril se dio “el primer grito de la Independencia”, en julio se concretó y un tiempo antes, un octubre, había llegado Cristóbal Colón. Sin embargo, por esta manera cronológica pero distante de enseñar la historia perdemos su aspecto humano, la visión de proceso y sobretodo la capacidad de ubicar aquellos cuentos en nuestro día a día.

¿Dónde conspiraron Gual y España? ¿En qué calle cayó Libia Gouverneur? ¿Por qué puerta del Congreso salió Fabricio Ojeda? ¿En qué edificio mataron a Jorge Rodríguez? ¿A qué se destinaban los bonitos terrenos de la avenida Libertador de Caracas antes de ser urbanizados por la Misión Vivienda? Ninguno de esos hechos y pequeñas historias tienen narradores permanentes que nos develen la construcción de este país como una línea, ni recta ni evidente, de sacrificios y sueños que se han sucedido desde que ocurrió aquel genocidio por el que nunca nadie ha respondido.

Del otro lado del mapa, en el Viejo Continente, la preservación de la Historia en su faceta mas concreta es una misión permanente. Por eso, los europeos hablan igual de una Revolución de hace dos siglos que los eventos del odio de la mitad del siglo XX. Con ello, se invierte en un turismo que va perdido a encontrarse con una pretendida “Historia Universal” en la que tampoco conseguirá la existencia de este lado del mundo.

De allí, que mas de un suramericano muera del orgullo al conseguir el nombre de Francisco de Miranda en uno de esos tantos santuarios de gloria, con los que se llenan las ciudades de Europa. En ese Arco del Triunfo se distinguen, entre todos los turistas, los venezolanos por su rápida lectura de nombres hasta encontrar, escrito sobre piedra el apellido del “mas universal” de los venezolanos.

La presencia de Miranda en París es un hecho que nos llena de orgullo pero que también debe leerse con cuidado. Significa que aquel caraqueño renunció a toda gloria mayor por regresar a su país, a su sueño de Colombia y hacerse eterno en este valle. Esa renuncia, la de la gloria personal ya adquirida por la de la gloria por conquistar de la Patria debería ser una de las lecturas mas importantes del ejemplo mirandino y ver cómo pocos nombres tan grandes como el de Miranda tienen en nuestra Patria un espacio de honor como el que a éste le dieron en París.

Por todo ello, requerimos una enseñanza de la Historia que salga del calendario y hable de personas que se enfrentaron a decisiones, con tentaciones y debilidades; marcar mejor los sitios de nuestra Historia procurando también que se conozcan masivamente los sitios donde sucedieron los hechos de esta Patria nuestra.

T/ Ana Cristina Bracho
@anicrisbracho
Caracas