La necesidad de crear nuevos límites|¿Por qué nos gusta lo prohibido?

Lo que sentimos hacia lo prohibido es más una atracción, un deseo, puesto que es algo mucho más inconsciente que responde a esa necesidad propia del hombre de conocer, explorar y crear nuevos límites.

De manera general podemos decir que lo prohibido es aquello que no podemos hacer, algo que es considerado sancionable y que si se  realiza es juzgado por las personas como malo o incorrecto, por lo tanto podemos afirmar que, en cierto modo, establecer lo prohibido nos permite esclarecer qué está bien y qué está mal, según especialistas de la Universidad EAFIT de Colombia.

MIEDO CONSCIENTE ES PLACENTERO

De acuerdo con el psicólogo inglés Michael Belint, “la diversión de probar el lado obscuro” o el gusto por lo prohibido responde a lo que se denomina como miedo consciente, que no es doloroso como el que se experimenta frente a una amenaza, sino más bien una sensación placentera porque somos responsables de dicha atracción y la podemos controlar.

Sin embargo, la fuerza del deseo o gusto por lo prohibido es determinada en gran medida por factores ambientales y genéticos que lo modulan, como lo muestra el  bioquímico Dean Hamer, del Centro Nacional del Cáncer estadounidense, quien ha detectado una conexión entre el coraje y el gen D4DR. Los portadores de una versión concreta de éste muestran mayor inclinación por el riesgo y lo prohibido.

SENTIR PLACER POR LO PROHIBIDO

En consecuencia con lo anterior, no sólo los genes pueden determinar el gusto o atracción por lo prohibido, sino que el mismo cuerpo, y de manera particular el cerebro, tienen un papel fundamental en el placer que sentimos al “transgredir” y disfrutar de esa tentación.

Un ejemplo de la atracción y placer por disfrutar de lo prohibido, es comer chocolate. Todo mundo conoce la mayor parte de sus efectos, beneficios y consecuencias, pero es un placer “controlable” hasta cierto punto, mientras no se convierta en una adicción.

Comer chocolate produce ciertos efectos en el organismo, como tranquilidad, euforia, felicidad y sedación. Por un lado, el chocolate contiene triptófano, un aminoácido que, después de ingerirse, va directamente al cerebro, donde propicia la segregación de serotonina, neurotransmisor que favorece el sueño y provoca un efecto de tranquilidad, paz y felicidad.

Por otro lado, posee feniletilamina, una anfetamina natural que, cuando llega al cerebro, produce euforia y bienestar emocional. Además, el chocolate posee pequeñas cantidades de anandamida, compuesto químico que contiene también la marihuana —cannabis— y que provoca una sensación de intensa relajación.

De esta manera, la actividad cerebral y los estímulos que causa comer chocolate, así como muchas otras cosas que pueden considerarse como “prohibidas”, se vuelven placenteras a pesar de que su consumo también tiene sus consecuencias, no obstante, lo hacemos debido a que pensamos que podemos controlarlas.

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