Cada “director de cine” tiene responsabilidades según sea el desarrollo de la industria, su momento histórico y sus ambiciones (sin contar cómo se laven dólares, cómo se eludan impuestos y cómo se esclavice a los trabajadores que no son del “starsystem”).
A cambio de mantener sanas su finanzas, la industria tolera ciertas audacias, inteligencia, irreverencias y “críticas”. Una red de estudios fílmicos, distribuidoras, salas de proyección y negociados colaterales… modelo de consumo que “entra por los ojos”.
La industria cinematográfica burguesa ha sido capaz de exhibirse a sí misma con toda impudicia, mostrar sus miserias y sus perversiones confiada en el pulso cirujano de sus directores que, siempre con la mira en las ganancias, son capaces de contemplar sin transformar.
Para fortuna, también hay “directores de cine” que dirigen su práctica y su obra con dirección emancipadora. Hacen visible la crisis de dirección revolucionaria que padece la humanidad y buscan respuestas que además de ser revolucionarias son cinematográficas. Son la minoría pero la cantidad no opaca su calidad.
Por fortuna, hay “directores de cine” investigadores del nuevo relato, “directores” comprometidos con hacer visibles no solamente los estragos infernales del capitalismo contra los seres humanos, y contra el planeta, sino también mostrar a los que luchan y cómo se produce la riqueza simbólica nueva de la revolución permanente.
Directores comprometidos con el relato nuevo que la revolución requiere. Directores que no son serviles al modelo burgués de producción de imágenes y que entienden que la riqueza del cine ha sido secuestrada por mafias exhibicionistas. ¡Hay que multiplicar la educación y la militancia revolucionaria!