Venezuela vive uno de sus momentos históricos más complejos, pero no se trata solamente de un problema económico o político, se trata de una grave crisis moral y cultural. Existe un actitud muy marcada, que deja mucho que desear y pensar del venezolano en general, aunque por supuesto hay sus excepciones, se trata de la llamada viveza criolla. A pesar de las dificultades que vivimos como país, cuesta conseguir ciudadanos que no se aprovechen de la coyuntura para sacar partido a su favor. Mientras más fácil sea la forma de generar dinero, más adeptos tiene.
Se trata de un comportamiento muy individualista y egoísta que solo beneficia a unos cuantos, arraigado desde hace muchos años en nuestra psique y que influye profundamente en nuestro modo de ser, hacer y sentir como sociedad y que es valorada como algo “positivo” cuando realmente no es así.
Es un modo de ganarse la vida o actuar con el menor esfuerzo e ignorando las normas, la responsabilidad y el respeto por los demás.
La viveza criolla está ligada al oportunismo, al facilismo, sin importar los medios para obtener lo que se desea. Culto al consumo y al qué dirán, exceso de materialismo y alienación.
Es una cultura que busca el placer y evita el esfuerzo máximo. Así tenemos el bachaqueo o los raspacupo, los primeros se aprovechan de los precios regulados para vender los productos al triple y hasta más de su costo real y tristemente se ha convertido en un práctica diaria movida por grandes maquinarias. Están en todas partes, desde los que venden en la calle de manera descarada, hasta los que hacen bachaqueo de “oficina” como si vendieran productos por catálogo, incluso con marcas exclusivas.
Hay quienes los ofrecen por mensajería, en las redes sociales, en grupos. Incluso muchos productos que deberían estar a disposición del pueblo, son revendidos, mientras las tiendas están vacías, sin contar todo lo que sale por contrabando en las fronteras, en especial nuestra gasolina, ni hablar de las medicinas.
Es una situación monstruosa, es una guerra del pueblo contra el mismo pueblo, una especie de canibalismo. Nadie se apiada de nadie. Aunque la guerra económica y psicológica venga de sectores de poder, el pueblo mismo es cómplice, verdugo y víctima.
Mientras el venezolano siga pensando de esa manera y actuando con tanta impunidad, no tendremos salvación. La corrupción llega a niveles innombrables, parece que todo el mundo hubiera perdido la cordura, enajenados por el capital, lo que importa es tener, tener y tener mientras se deja de lado la más mínima conciencia.