Carlos Sánchez Torrealba vuelve a las tablas con El diario de un loco|“Con los monólogos tienes que amarrarte los pantalones, pero también ponerte tirantes”

El actor, músico, cantante y docente venezolano Carlos Sánchez Torrealba se puso como meta, al igual que uno de sus maestros, Omar Gonzalo, hacer un monólogo por año. De ahí que este 2015 montó uno que realizó hace 21 años: «El diario de un loco», basado en el texto homónimo del escritor ruso Nikolai Gogol, considerado una obra maestra de la literatura clásica universal.

El Taller Experimental de Teatro (TET) trae nuevamente a este desquiciado en un montaje que comenzará el viernes 2 de octubre en la Sala Experimental del Centro Cultural BOD, con funciones los viernes a las 7:00 pm y sábados y domingos a las 6:00 pm.

Está acompañado por Mariela Suárez, quien sin hablar se convierte en la creadora de las mujeres que imagina el orate. Cuenta además con música original de Sergio Colmenares, escenografía de Rafael Santana y puesta en escena original del siempre recordado Eduardo Gil.

El cuento describe cómo Aksenti Ivanovich, un funcionario de la burocracia rusa zarista, va perdiendo la razón por varios motivos: la rutina de su mísero trabajo, el amor que siente por la hija de su jefe y la obsesión de formar parte de la nobleza al punto de creerse el rey de España.

AMARRARSE LOS PANTALONES

-¿Es exigente hacer un unipersonal?

-Con los monólogos tienes que amarrarte los pantalones, pero también ponerte tirantes, porque eres tu ahí largando el cuero a sangre, sudor y lágrimas para que tu personaje sea una experiencia significativa para el espectador y para uno.

-¿Cómo fue reencontrarse con el personaje 21 años después?

-Fue muy luminoso, y al mismo tiempo muy lleno de sombras. Cuando uno ha hecho un trabajo teatral que queda estampado en el alma, queda estampada la memoria del cuerpo. En este caso, basta con acercarse al texto de Gogol, basta mirar las fotos y el video de aquella puesta, para que entre luces y sombras aparezca ese personaje. Eso sí, siempre uno realiza un trabajo de revisión, un estudio de la A a la Z del texto de Gogol para serle fiel y, paralelamente, serle fiel a la puesta de escena por el recordado Eduardo Gil, que lo concibió en ese momento.

-¿El personaje es para una edad en específico?

-No. Fíjate que es el personaje de un funcionario público que es el último de la fila, cuyo trabajo es afilar los lápices del jefe. Está en la última fila de la burocracia. Ese funcionario que se vuelve loco podría tener 25, 34 o los 55 de ahora. Es un funcionario que lo concibe Gogol en Rusia, pero igual lo encontramos aquí, en Jamaica, Brasil, o en cualquier lado.

-¿Cómo es este funcionario público?

-Gogol, al escribirlo, lo convierte en una suerte de personaje arquetipal de nuestra contemporaneidad. El funcionario público está ahí a falta de mejor trabajo; está ahí no por mérito sino porque alguien se lo trajo. Se supone que está para servir a los demás, pero como eso no es suyo, entonces qué carrizo, no le interesa: va por cumplir un horario, unas funciones y listo. En la obra es un personaje sin autonomía y hasta sin alma.

-Un texto que imita a la vida real, ¿o es al revés?

-Aun cuando Gogol hace referencias a sitios y condiciones muy locales de esa Rusia de hace años, apela a las cosas más humanas, íntimas, pero al mismo tiempo a la condición del hombre moderno, que pasa por ese desasosiego, la ansiedad causada por una situación económica o social injusta que tiene toda la vigencia del mundo.

VIGENTE

-Es una obra que data de hace más de 100 años, ¿pero sigue vigente la burocracia?

-El funcionario de la obra habita en cualquier país del mundo y en cualquier tendencia política. Lo encontramos aquí, en Japón, Argentina, Noruega o Corea. En el caso de la obra ocurre en la Rusia zarista; es un funcionario de ese poderoso aparato burocrático que se mantiene a pesar de los años y revoluciones. Es una especie de monolito, terrible por cierto, porque quienes estamos expuestos a ese «funcionariato» o aparato burocrático somos los ciudadanos comunes y corrientes. Estamos a la merced de esa máquina.

-Desde que montó por primera vez la obra, ¿ha aumentado la burocracia en Venezuela?

-Por favor, claro. No más en estos días andábamos en unos trámites burocráticos y tú como ciudadano te encomiendas antes de entrar a una oficina pública, que forma parte de esta idiosincrasia tan nuestra llena de creencias, que uno le pone flores amarillas a San Onofre y le pide a la Virgen para que te apoye, porque la desconfianza hacia el aparato burocrático es tal, que te encomiendas a los dioses.

-¿Es un texto vigente?

-El texto que Gogol escribió en mil ochocientos y pico tiene vigencia aquí, en América y en todo el mundo. Es la maravilla de los textos clásicos.

-¿Cómo se mantiene en Venezuela el denominado texto de autor?

-Por citar un ejemplo, tienes la opción de ir a picar y comerte dos o tres bocados de un plato exquisito; o ir a un restaurante de comida rápida y cuidado con la indigestión. Yo prefiero comer bien aunque pase tiempo buscando los alimentos para cocinarlos. Todos optamos; desde el mendigo al rey, buscamos lo mejor.

-Es lo que busca el TET…

-Sí. En el TET hemos optado por hacer el mejor teatro desde hace 42 años. Es un oficio de fe en las bondades del arte y de generar, aunque no cambios, sí experiencias significativas en los espectadores. Por eso existe una dramaturgia como la de Gogol, Chejov, Cabrujas y cientos más, que son textos que históricamente se han quedado a vivir con uno y sus personajes nos acompañan.

ATRAER PÚBLICO

-¿Descarta el teatro comercial?

-Me parece cojonudísimo que exista. Es bien bueno que exista porque es una manera de traer público a las salas. Hay gente, y he sabido por gente que me lo cuenta, que ha ido a ese teatro ligero y al final termina amando al teatro, pero viendo teatro de arte también.

-¿Qué opina del teatro de 15 minutos?

-En Venezuela como en el resto del mundo existe el fenómeno del teatro de 15 minutos o de cuarto de hora. Creo que es un esnobismo que ha generado una suerte de refrescamiento del teatro como género; y al mismo tiempo me parece una instancia increíble para la captación de público y la promoción del teatro. Todos los que estamos comprometidos con este arte lo que más queremos es que sea visto por la mayor cantidad posible de personas.

T/ Eduardo Chapellín
F/ Roberto Gil