El filósofo mexicano José de Vasconcelos pronunció la frase que titula este artículo, adaptada de la célebre expresión que el prócer uruguayo José Gervasio Artigas colocara en el escudo de armas de aquella provincia del Río de la Plata: “Con libertad, ni ofendo ni temo”. Ambos elementos (libertad y verdad) se concatenan en todo proceso social que busque generar vida digna para los pueblos y un entendimiento fundado en el respeto más sagrado que debe existir entre congéneres de la especie humana.
La traigo a colación en momentos en los que Venezuela enfrenta una ofensiva restauradora como pocas veces, impulsada por las élites oligárquicas y sus corporaciones locales y transnacionales. Desde que Estados Unidos impuso el “panamericanismo” de la Doctrina Monroe como forma de contrarrestar el pensamiento libertario y emancipador que forjó el Libertador Simón Bolívar, los pueblos de este continente junto a muchos de sus mas genuinos líderes populares han luchado en aras de construir la Patria Grande nuestramericana.
Esa construcción colectiva confronta hoy nuevos desafíos. En el caso de Venezuela, la estrategia de la derecha sigue siendo al golpismo como vía para lograr sus inconfesables intereses; desestabilizando no solo la dinámica política y social del país sino esencialmente el pilar que sostiene a las otras dos: la economía. La “fórmula chilena” parece surtir los efectos deseados por esos sectores apátridas, violentando la paz y la seguridad de toda una nación, como en su momento lo hicieron (con los resultados ya conocidos) en el Chile del presidente Salvador Allende. Aun hoy aquel país hermano se lame las heridas que dejó el infausto experimento golpista cívico-militar-transnacional.
En este contexto, el descaro de la derecha y su coro de alcahuetas cobra nueva forma en el intento (fallido) de imponerle al país un auto-perdón a la brava, para beneficiar todo tipo de facinerosos que desde 1999 conspiran y actúan para quebrar el modelo democrático, inclusivo y popular gestado por la Revolución Bolivariana. Frente a la ley de amnesia criminal, enterrada por una ejemplar sentencia de la Sala Constitucional, nuestro Gobierno impulsa el camino de la verdad, con la conformación de una comisión que dilucide caso a caso, para honrar la justicia, la memoria y los valores que sostienen la República.
Con la verdad, nosotros no tenemos nada que temer. Los verdaderos ofendidos están en esta acera de la historia. Y nada ni nadie los hará callar.