Manuel Almeida: Los historiadores “fuimos sobrepasados por la comunidad”|“Cuando las comunidades se sientan a reflexionar sobre su pasado están haciendo historia”

En Venezuela “ahora estamos hablando del pueblo investigador”, afirmó Manuel Almeida, historiador y representante del Centro de Documentación de la Misión Cultura. Eso sucede “porque asumimos que cuando las comunidades se sientan a reflexionar sobre su pasado están haciendo historia”.

Ese hecho ha derivado en una tendencia que Almeida califica de mucha importancia, y es que “empezamos a pensarnos políticamente en la construcción de la historia local”.

No se trata solamente de reconstruir la historia del pueblo “para saber qué bonita era la gente antes”, es retomar algo que siempre ha existido en el discurso, pero no en la práctica: “pensar prospectivamente”, planteó el historiador.

Muchas comunidades en el país, indicó, han trascendido a la interrogante “¿para qué estoy haciendo historia?». Pero además se han planteado otro eslabón: “¿Con qué sentido comienzo a reflexionar sobre mi pasado sino es para buscar una transformación del futuro?”.

CAMBIO DE PARADIGMA

Almeida dirigió una de las mesas de trabajo del XIII Congreso de Historia Regional y Local y destaco la intención básica de reflexionar sobre la persona que hace historia en un contexto comunitario.

El historiador coincide en que el discurso y el debate sobre la construcción de la historia denotan que “hemos transitado durante un importante periodo del siglo XX estudiando la historia local, pero desde la perspectiva del Estado-nación”. En ese sentido, cree que es necesario proponer una visión diferente, un cambio de paradigma.

Refiere que en Venezuela la primera experiencia de construcción de cronista de ciudad, es Enrique Bernardo Núñez. Destaca que “él entiende que es importante pensarse desde lo cotidiano”.

En esa línea, Almeida se suma a la idea de que “la gente tiene que empezar a escribir su historia, a preguntar”. Ese proceso permite “reconocer que el espacio en el que están viviendo es un espacio propio”.

RECONOCIMIENTO LEGAL

Afortunadamente, expresa Almeida, “nosotros los historiadores fuimos sobrepasados por la comunidad cuando vemos que atiende a algo que nace del Estado: reconocer la historia local como un asunto legal”.

El historiador menciona las cartas del barrio del Comité de Tierra Urbana, una política pública que surge durante la presidencia de Hugo Chávez. “Eso significa dar poder real de organización a las comunidades”, afirmó.

A través de esa herramienta no solo se comienza a cuestionar el principio de la propiedad que tiene el Estado tradicional, sino que se hace un reconocimiento a la historia local como un elemento fundamental para la construcción de los Estados, explicó Almeida.

En este sentido, “definir mi territorio a partir de lo que dice mi comunidad, que es mi espacio vital, me enfrenta a la realidad geohistórica con la que convivo. Entiendo que soy parte de la solución, del debate y voy a ser más sincero en mi discurso”.

CUANDO ÉLIDE ENCONTRÓ EL MOLINO DE CATIA

Élide Fuenmayor, caraqueña egresada de la Misión Cultura, creció en los Magallanes de Catia. Cuenta que siempre sintió curiosidad por una calle de ese sector que se llama El Molino, sobre todo porque hay muchas comunidades que tienen una calle con ese nombre, “pero uno nunca ha visto el molino”.

Es esa inquietud la que la conduce a hablar con sus vecinos, a preguntar sobre el pasado. Como “el que busca encuentra”, Fuenmayor no solo halló a fundadoras y fundadores de la calle, sino también fotografías que le permitieron ver el molino y constatar que detrás de un nombre puede existir toda una historia.

Ella compartió las fotografías durante XIII Congreso de Historia Regional y Local. Las imágenes datan de los años 50 y muchas de las personas retratadas – con el molino de fondo – aún están vivas.

Esas personas le contaron que en esa época – y así se ven las fotos – las calles eran de tierra, era una zona muy humilde y la comunidad no contaba con todos los servicios directos, entre ellos el agua.

El molino, cuya altura varía de acuerdo con cada versión que escuchó Elide: algunos dicen que medía 4 metros y otros le atribuyen el doble pues alcanzaba verse desde la avenida Sucre, constituía uno de los elementos más importante para la comunidad, ya que los proveía de agua.

Una de las señoras que entrevistó “recordaba como de esa calle la gente bajaba con las latas de agua”. En la búsqueda del pasado de su comunidad, Élide también se encontró con la ropa, los carros, los sistemas de construcción y de organización que incidieron en el desarrollo de la comunidad que ella hoy habita.

De acuerdo con los datos que consiguió Fuenmayor, el molino existió hasta los años 70. A partir de ahí comienza otra etapa, se construyeron nuevas casas y con otros materiales. Dice que en la actualidad en la calle El Molino el agua llega a cada casa a través de tuberías, hay electricidad, las calles están asfaltadas y las fotografías guardan otros fondos, otros rostros.

“Dicen que la calle El Molino es una zona húmeda, se sospecha que aún corre el agua debajo de la tierra”, contó la caraqueña.

T/ Jeylú Pereda
F/ Ángel Dejesús