Carmen Sánchez vivía en Blandín y ahora es beneficiaria de la GMVV|“Hugo Chávez es el único que nos ha ayudado, y ahora el presidente Maduro”

Carmen Sánchez tiene dos años en el urbanismo Salvador Allende, ubicado en el sector Gato Negro de la parroquia Sucre, pero dice que todavía extraña su casa en Blandín. “Teníamos años 30 años viviendo en las carretera vieja. En ese lugar, mi esposo construyó una casa de tres plantas con mucho esfuerzo y allí crié a mis hijos. Éramos pura familia. Yo vivía en la primera planta con mi esposo y tres hijos. Ese espacio tenía tres cuartos, un baño, la salita y la cocina”, cuenta al Correo del Orinoco.

Sánchez relata que, a pesar de que la zona fue decretada por el presidente Hugo Chávez como inhabitable, muchos de sus habitantes se rehusaban a abandonarla; sin embargo, no fue el peligro de los deslizamientos el que aceleró el desalojo definitivo.

“Un día no dijeron que necesitaban el terreno para el proyecto vial que viene desde la Cota Mil para unirse con la Autopista Caracas-La Guaira, y por ese motivo nos obligaron a salir. Yo no lo quería, porque teníamos mucho tiempo viviendo ahí y estábamos cómodos pero no nos dieron opciones”, manifiesta.

“NO NOS QUERÍAMOS IR”

Sánchez relata que el operativo de desalojo fue ejecutado por representantes de la Vicepresidencia de la República, del Ministerio del Poder Popular para Transporte Terrestre y Obras Públicas y del Ministerio Público. “No nos queríamos ir” sostiene, “pero nos obligaron”.

Sánchez admite que la zona de Blandín siempre ha sido considerada como de alto riesgo, y que, “cuando llovía, la quebrada crecía demasiado”, pero asegura que, aunque eso era una realidad que tarde o temprano los obligaría a salir, no avala la forma como se hizo la salida. “Nos entregaron viviendas a uno de mis hijos y a mí. Tengo una de mis hijas que es sorda viviendo todavía en un refugio, y a un yerno con sus cuatros hijos. Dijeron que les iban a dar casa a todos”.

El temor de ver a sus hijos sin un hogar propio es, según cuenta, la razón de su negativa inicial y de su angustia actual.

EL REFUGIO “FUE MUY FUERTE”

La salida definitiva de la vivienda ocurrió el 17 de julio de 2013. Cuenta que “la despedida fue muy triste” y que perdieron todos sus corotos “al confiárselos a una vecina que después desapareció”. Se desplazaron por sus propios medios hasta el refugio La Pomarosa, ubicado en el edificio homónimo, en el bulevar de Catia.

“Estuvimos un año viviendo en el refugio y eso también fue muy fuerte”, comenta Sánchez, quien calcula que en el albergue se alojaban más de 300 familias. “Llegué con toda mi familia y primero nos dieron un solo cubículo para todos (más de 10 personas), un espacio con un cuartico, una sala y la cocinita”, explica. Afirma que “a mi yerno y a mis nietos, que viven con él, no les permitieron la entrada al edificio”.

Sobre la organización en el albergue, Sánchez cuenta que las vecinas y los vecinos se encargaron del mantenimiento del lugar, así como de la preparación de los alimentos. En su caso, ella formó parte del equipo de mujeres y hombres responsables de la preparación del almuerzo de los viernes.

“Preparábamos todo el jueves en la noche, listo para el siguiente día. A mi equipo le correspondía cocinar la comida para todas las familias que vivían desde el piso 8 hasta el 16. De la alimentación no tenemos ninguna queja. Nunca nos faltó nada”, afirma.

Sin embargo, asegura que era la suerte de su familia la que le preocupaba, un sentimiento que no pocas veces la llevó a manifestar la intención de volver a su antigua vivienda, pero esta fue una posibilidad que no duro mucho, ya que la demolición fue autorizada al poco tiempo del desalojo.

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

Actualmente, Sánchez habita en el urbanismo Salvador Allende, en el sector Gato Negro de Catia. De los dos modelos de vivienda que hay en el complejo, ella fue adjudicada en el mayores dimensiones; una casa de tres habitaciones, una sala comedor, una cocina, un baño, lavandero y un pequeño balcón con vista al sector Los Frailes y al Parque Nacional Waraira Repano.

Esta beneficiaria de la Gran Misión Vivienda Venezuela asegura que la alegría de contar con un nuevo hogar se confunde con la tristeza de no poder reunir a toda su familia bajo el mismo techo. Como responsable de su hija con discapacidad auditiva y de su hijo, visita constantemente el albergue la Pomarrosa. Considera que todavía no ha “pasado esta página” de su vida.

“Yo nunca pensé que me iba a mudar de Blandín. La mayoría de mis vecinos de aquí también lo eran allá, pero no puedo negar que me gustaba más mi antigua casa porque podía recibir a toda mi familia”, confiesa Sánchez.

Pero inmediatamente añade: “Ahora que tengo este apartamento en esta urbanización tan bonita debo darles gracias a Dios y a Hugo Chávez. Yo nunca he negado que Chávez es el único que nos ha ayudado, y ahora el presidente Maduro. Yo estoy comprometida con este proceso y lo defiendo, y estoy segura de que seguirán ayudando a las familias pobres que lo necesiten”.

T/ Romer Viera
F/ Joel Aranguren