Por Hildegard Rondón de Sansó|“Letra chiquita” (Opinión)

Con el título empleado para esta semana estamos aludiendo a los caracteres gráficos que se expresan en su forma más reducida y, a otras cosas análogas. Generalmente, la letra chiquita figura al “pie de página” de las obras técnicas-científicas; o bien, son una información adicional de lo que aparece en el texto. Algunas veces sirve para encubrir la ligereza intelectual del autor al citar obras que, presuntamente, le han servido para apoyar sus tesis, cuando realmente se trata de algo mucho más grave, como lo es la utilización como propias de ideas o escritos ajenos.

La letra pequeña puede considerarse como la otra cara de la letra grande, ya que generalmente, nos da una versión diferente a la que con ella nos ha sido presentada, o el verdadero contenido de lo que la misma nos propone.

¿Por qué estamos hablando de la letra pequeña? Porque es un concepto que no se limita a ser un mecanismo literario, sino que es un método de vida. Tener un texto original y, en forma paralela o subsidiaria, un texto de letra pequeña, es una forma de operar. Digamos que la letra grande es lo que todos van a ver, y que la letra pequeña queda solamente para los investigadores, para los curiosos y, para los insatisfechos que están a la búsqueda de la verdad oculta frente a la verdad aparente.

La letra pequeña también equivale a la otra vida que algunos se permiten llevar en paralelo, bien, para realizar operaciones económicas dudosas, o bien, para disfrutar de episodios accesorios a los que constituyen el formato principal de su existencia.

Ahora bien, en el mundo de la política es donde la letra pequeña tiene su significado más importante, porque la política, que no es otra cosa que el juego del poder.

Es decir, una contienda en la cual lo que se debate es la posición que se tenga dentro de las estructuras de gobierno; de las facultades de las cuales se disponga; de los privilegios que se disfruten y de las capacidades de actuación que puedan ejercerse. Todo ello unido a la comparación constante con lo que detenta el eventual enemigo o el rival en la contienda. En ese juego, la razón de las cosas, las verdaderas justificaciones en la mayoría de los casos, solo pueden encontrarse en la letra pequeña, entendiendo como tal el significado que le estamos dando.

Las órdenes de mando, las tesis que dichas órdenes desarrollan, los fines u objetivos que persiguen o se obtienen, no están casi nunca representados en la letra aparente, en la letra grande, sino que derivan de algo que muy pocos detentan, como lo es la capacidad de leer la letra pequeña convertida en el espíritu de la acción, en la verdadera motivación que la mueve.

Muchos analistas técnicos se sienten satisfechos de las conclusiones que exponen en sus sesudos informes sobre las situaciones que aparecen en el curso en los procesos sociales en general, comprendiendo entre ellos, tanto a los económicos como a los políticos, pero esta satisfacción es injustificada, porque está basada en la letra grande, en la letra convencional, en la letra a la que cualquiera puede acceder. El eficiente analista es aquel que lee la letra chiquita que acompaña al desarrollo de los hechos, y que le permite llegar a conclusiones que muchas veces se clasifican de fantasiosas pero que aún siéndolo, forman parte de la realidad.

Consideramos que en los pensa de las materias relativas a los Estudios Políticos y Sociológicos habría que introducir como asignatura obligatoria una que estuviese destinada a las “Instituciones de la Letra Chiquita”, para que los aspirantes a expertos en los señalados campos puedan tener el reverso de la apariencia, que no es otra cosa que la manifestación de la verdad.

sansohildegard@hotmail.com
Caracas