Por Ana Cristina Bracho|“Miss Tortura” (Opinión)

Debo confesar que fui al cine y que, a falta de otra opción, optamos por Tres Bellezas por ser cine venezolano. El cartel y la banda publicitaria no me decían nada y anunciaban –pensaba yo- otro de esos instrumentos que usan para convencernos de que hay una especie de bendición de belleza sobre Venezuela. Bendición, así, como conjuro de abuela, no obsesión y castigo por tener o no tener un determinado estereotipo.

Sin embargo, para gran sorpresa y placer, desde su primer momento la novel película se devela como una crítica profunda, inteligente y cruel de una sociedad que lo mismo se obsesiona por los certámenes de belleza que por una nueva espiritualidad, cargada de prohibiciones y ritos.

Es cierto, la película no es para todos los públicos y buena parte de los asistentes que llegaron buscando una comedia fácil sobre los certámenes se va confundido. Pero pienso que más allá de lo cómico o trágico que puedan resultar los personajes la cinta nos retrata incómodamente. Iluminando que venimos de una construcción social en la que poco importa los triunfos, intereses y cualidades de mujeres si no cumplen el requisito central de la belleza en la sociedad de hombres.

¿Cómo asimilan las niñas la exigencia socialmente validada de la cirugía estética? ¿Cuánta inocencia se pierde al llamado a competir siempre y porque sí, sin importar los medios? ¿Qué consecuencias individuales y colectivas tiene el bulling que, a las niñas, le aplica las propias estructuras escolares con sus fiestas y certámenes? Creo que estos cuestionamientos no solo son válidos sino que nos ubican en la difícil cuestión de ser una niña cualquiera en este país.

Estas preguntas que algunas han sido analizadas desde el feminismo son cuestiones urgentes. Como tal, deberían ser tema de agenda de los Congresos de Mujeres que se anuncian y de las políticas públicas que generan los ministerios con competencia, que deberían hacer lecturas de género de los índices de mortalidad de las cirugías, de los trastornos de alimentación e inclusive de los suicidios consumados y frustrados.

Todos estos temas tienen riesgos enormes cuando son presentados muy a la ligera. Alegando que son preocupaciones de brujas y de feas, denunciar las contradicciones entre socialismo y concurso de belleza, o, pretendiendo que los tiempos de los feminismos pasaron. Ambas cosas, nos han de llamar a Nuestramérica, con el digno ejemplo del Ecuador prohibiendo estos rituales de discriminación y de la relación entre el socialismo y la liberación femenina, pues ambos, cual juego del huevo y la gallina, se hacen y se necesitan recíprocamente. De lo contrario, no hay liberación ni socialismo.

@anicrisbracho