“Primero surgió el Trabajo; después de él y enseguida a la par con él el lenguaje”.
(F. Engels)
Algo anda mal si no aparece el trabajo, es decir su historia, desarrollo, calamidades y magnificencias teóricas y prácticas, como premisa, marco u objetivo, implícito o explícito de los estudios sobre comunicación y sus medios.
A esta “Filosofía de la Comunicación” le interesa construirse dialécticamente, sobre la realidad del trabajo con sus complejidades y contradicciones vigentes.
Comprender, incluso, sus definiciones más abstractas, idealizadas o fetichizadas y contrastarlas con lo concreto, manual e intelectual, de una práctica social, energía humana que se materializa en productos para el estómago o para el espíritu.
Trabajo real que incluye ideas y actos, trabajo real que es historia, tiempo y relaciones de producción muy diversas. Trabajo objetivo, sin omitir sus contradicciones y calamidades, debates y conquistas, dolores y poesía.
Si algo anda mal cuando se omite el trabajo como premisa mayor en investigaciones sobre comunicación andarán mal, acaso, las deducciones o conclusiones por seductoras o novedosas que parezcan.
Según esta “Filosofía de la Comunicación” es necesario que el trabajo sea objeto y objetivo, patente o tácito, de la producción teórica y práctica científica para caracterizar, con toda precisión, el estado objetivo que guarda el trabajo, hoy, sometido a las determinaciones históricas y contradictorias de clase que han hecho de él no la posibilidad de riqueza material y espiritual para las sociedades sino la peor calamidad infligida a los seres humanos por la lógica de la explotación.