Las empresas de comunicación social silenciaron información|11 de abril: El día que nos quitaron la patria

Cada 11 tiene su 13, y cada cual que haya estado en Caracas aquel 11 de abril de 2002 tiene “su” 11 y su 13; es decir, una historia que contar.

“La memoria no es una facultad que tenga por meta lo cierto, la memoria es sobre todo un sentido de las cosas, el significado que otorgamos a lo que recordamos”, afirma Justo Serna, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia, España. De tal forma que los historiadores tendrán un problema grande dentro de algunos años, cuando les toque recrear desde la visión rigurosa de la Historia aquellos sucesos, pues casi lo único que tendrán a mano para contarle a las generaciones futuras lo que ocurrió realmente durante los días 11, 12 y 13 de abril de 2002, será la “memoria colectiva“, la cual -según el sociólogo francés Maurice Halbwachs- es la que recompone “mágicamente“ el pasado.

Y… ¿DÓNDE ESTABAS TÚ CUANDO…?

En el fondo mucha gente estaba segura de que la Confederación de Trabajadores de Venezuela, al mando de Carlos Ortega, no tendría poder de convocatoria para volver a “calentar la calle”. Desde días antes de aquel jueves 11 de abril, el pueblo se había apostado en los alrededores del Palacio de Miraflores “para cuidar al Presidente”. Ese pueblo olió la lluvia mucho antes de ésta llegar y, como siempre, dio una lección de vida y de sabiduría infinita.

Hombres y mujeres, sin que nadie se los exigiese, hacían vigilia. Ante la incredulidad de más de uno, ellos simplemente decían “la cosa está fea”. Dormían sobre cobijas, cartones o periódicos, con un ojo abierto y otro cerrado. Esa misma escena se vería de nuevo en diciembre del mismo año, en los llenaderos de gasolina, durante el sabotaje petrolero. El pueblo también cuidó lo que era suyo aunque hasta entonces nunca supo si realmente lo era.

Cuando amaneció, el 11 de abril de 2002, la ciudad se sentía convulsionada. Estábamos en la Asamblea Nacional y formábamos parte del equipo de prensa institucional. Ese día había sesión, pero fue difícil completar el quórum. En la mañana, todas y todos nos fuimos al Palacio Federal Legislativo, sede de la Asamblea Nacional. Los radios portátiles de las los periodistas que cubrían la fuente legislativa no paraban de enviar información sobre la marcha. Como a las 11:00 am, supimos que aquello no era una marcha más. Los diputados y diputadas empezaron a moverse al Palacio de Miraflores  Casi sobre el mediodía comenzamos a sentir algo muy parecido al miedo. El Palacio se fue quedando casi solo.

La cabeza de aquella concentración llegó por la avenida Bolívar y desembocó en la esquina de Pajaritos, justo en el edificio administrativo del Parlamento, frente al Consejo Nacional Electoral. De allí subió por la Iglesia de San Francisco para luego doblar hacia la Avenida Baralt. La gente que se quedó atrapada en el edificio administrativo llamaba al Palacio Federal, aterrorizada por la violencia extrema con que la gente de la marcha agredía todo lo que “olía” a Gobierno. Los gases lacrimógenos se concentraron en aquellas oficinas, haciendo que la desesperación comprometiera seriamente a la razón. Ya era casi la 1:00 pm.

En el Palacio Federal Legislativo comenzó a escucharse un intenso tiroteo. Había allí periodistas de todos los medios de comunicación, personal administrativo, obrero y de seguridad. Las y los marchistas comenzaron a lanzar piedras e insultos hacia dentro del Palacio: “¡Sucios! ¡asesinos! ¡nos están matando! ¡sucios!”. Se colgaban de las rejas, sacudiéndolas con toda su rabia. La palabra “asesinos” nos martilleaba, pues aún no sabíamos por qué se nos acusaba de aquello. En la sala de prensa de la Asamblea Nacional, veíamos la cadena presidencial. Cuando los medios dividieron la imagen supimos que un golpe de Estado estaba en marcha.

Allí nos enteramos de que el fotógrafo Jorge Tortoza había sido herido mortalmente. Una media hora antes de su muerte, Tortoza estuvo en el Palacio y recibió por su radio portátil la orden de sus editores de cubrir la marcha.

Después de las 4:00 pm todo fue confusión. Recuerdo claramente al diputado Tarek William Saab con un pañuelo en el rostro para protegerse de los densos gases. Temíamos que la turba entrara, y como a las 6:00 pm salimos del Palacio como pudimos.

Lo más resaltante fue la fragmentación del Cuerpo Legislativo. Nadie dijo nada. Simplemente cada quien se fue a su casa… A esperar. Y los medios de comunicación hicieron el resto

EL DÍA DESPUÉS… Y LOS SALTOS DE TALANQUERA

El día 12 de abril no teníamos certeza de nada. En la Asamblea Nacional no se sabía quién estaba con quién. Un ejemplo claro fueron las declaraciones del Primer Vicepresidente de la AN, Rafael Simón Jiménez (MAS). Recordemos: ante una pregunta hecha con toda intención: ¿Fue un golpe de Estado?, esto respondió: “No vamos a calificar lo que ha pasado en Venezuela (…) pero confiamos en que los propósitos de la Junta de Transición sean auténticamente democráticos” (www.asamblea nacional.gob.ve/abril 2002). Y más adelante: “Lo que sí está claro es que estamos frente a una situación anormal y es imposible que alguien no lo reconozca. Lo normal hubiera sido que, así como llevamos a Chávez a la Presidencia de la República, conforme a la tradición democrática con elecciones, lo hubiéramos sacado con elecciones también”.

Antes del mediodía, el entonces presidente de la Asamblea Nacional y hoy gobernador de Guárico, Willian Lara, trató de reunir a los parlamentarios del entonces Movimiento Quinta República, pero éstos andaban dispersos. A duras penas se pudieron nuclear unos 16 diputados y diputadas. El diputado Lara venía de ver al presidente Chávez y éste, según informó en una pequeña asamblea, le dijo que no había renunciado. Le sugerimos al diputado Lara que aquello debía ser anunciado al país y se organizó una rueda de prensa. Los parlamentarios, con la moral muy golpeada, se repusieron un poco y enfrentaron a unos periodistas que ya tenían la línea editorial definida. Aquella información, que desmentía en detalle la supuesta renuncia presidencial, nunca fue transmitida.

Ya eran las 3:00 pm cuando llegó al Palacio Federal la entonces ministra del Trabajo, María Cristina Iglesias, quien intentó dar información a los periodistas. La respuesta de los medios: “Ella ya no es gobierno. Este gobierno no existe”.

Cerca de las 5:00 pm, regresaron al Palacio los sempiternos adecos, entre ellos Henry Ramos Allup, muy molestos porque el designado “Presidente” no los quiso recibir. “Sin los partidos políticos no van a poder gobernar”, repetía incesantemente Ramos Allup, visiblemente contrariado. Reveló que había mucha confusión en Miraflores y que Pedro Carmona Estanga estaba ocupado recibiendo gente y preparando su alocución. Prácticamente tuvieron que hacer cola para hablar con el “Sr. Presidente” pero, ¡qué va! Llegó la hora del acto y fueron despachados por donde llegaron.  Entretanto, ya teníamos la información de la detención de Tarek William Saab, a quien se lo habían llevado preso en una jaula. Lo sacaron a empellones de su casa, en presencia de su familia. Esa noche llamamos a Tarek William a su celular: “Me mandaron a quitar la correa y los zapatos”, nos dijo. Llamamos también a Teodoro Petkoff para que intercediera, y a otros periodistas que considerábamos “amigos”.

Por la página web de la Asamblea Nacional intentamos romper el cerco mediático y publicamos una nota que informaba sobre el allanamiento al recinto parlamentario por parte de la Guardia Nacional, cuyos jefes desconocieron olímpicamente, la autoridad del diputado Willian Lara y de la segunda vicepresidenta de la AN, Noelí Pocaterra.

La alocución de Carmona llegó ya bien entrada la tarde. Reunidos en el despacho del Presidente de la AN, los 15 o 16 diputados y diputadas (recuerdo a Desirée Santos, Iris Varela, Noelí Pocaterra y los diputados indígenas, Rodrigo Cabezas, Luis Velásquez Alvaray, Ricardo Sanguino, entre otros,), todos ante el televisor, supimos que aquello era más que un golpe: era la destrucción total del Estado y sus instituciones. Supimos también, entonces, que estábamos “destituidos”, que no éramos nadie, pues, y que debíamos resguardar nuestras vidas.

El diputado Lara pidió protección para empleadas, empleados y periodistas, antes de abandonar el Palacio en un jeep perteneciente a un medio de comunicación social. La Guardia Nacional sólo dijo que tenía órdenes de “proteger las instalaciones”.

La diputada Pocaterra lloraba mientras entregaba las llaves de la oficina y recogía atropelladamente algunas pertenencias. Un aire de desolación e incertidumbre invadió al pequeño grupo que al final se disolvió.

La noche del 12 de abril supimos de los enfrentamientos en Fuerte Tiuna y que cientos de personas ya habían tomado posiciones en sus alrededores pidiendo al presidente Chávez.

El decreto de Carmona cayó como un plomo en los organismos internacionales, pero especialmente en el sector castrense venezolano.

EL  REGRESO…

No nos volvimos a ver hasta el día sábado. Yo sentía que no tenía Patria, que no era nadie. Salimos de mi casa porque una voz nos alertó. Llamamos a la gente de Provea y nos dijeron que un periodista amigo, Gregorio Salazar, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, era el enlace con el nuevo gobierno y que la orden era “no tocar“ a los periodistas. Así las cosas, comenzamos a deambular por las calles de Caracas hasta que los celulares y “radio bemba” dieron cuenta de que aquel movimiento había comenzado a revertirse.

No había información. Los periodistas amigos de la gran prensa nos decían que les dieron orden de no trabajar “por miedo“.

No nos fue posible ingresar al Palacio de Miraflores y permanecimos en sus puertas hasta bien entrada la noche.

El lunes 15 de abril de 2002, ya había cesado aquel loco y largo fin de semana, y todo estaba en su sitio de nuevo. Muchos se preguntaban “¿Lo soñé?“.

Volvimos a nuestros puestos de trabajo en la Asamblea Nacional, incluso aquellos que se le alzaron a los jefes tres días antes, convencidos, como estaban, que no habría regreso, es decir, que aquel 11 no tendría un 13…

Habla Carmona, 8 años después:

“Fue un error capital no sacar a Chávez de Venezuela”

En una entrevista concedida al diario español El Mundo, el cabecilla civil del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, Pedro Carmona Estanga, afirma: “Fue un error capital no sacar a Chávez del país, quizá el más importante de los que cometimos en esos momentos. No fue el decreto de formación del ejecutivo, como sostienen algunos, sino la falta de criterio a la hora de actuar en este asunto. El grupo militar que mantenía el diálogo con el presidente saliente estaba dividido y esa falta de cohesión fue fatal, pues se precipitaron las cosas y Chávez anunció al mundo que no había renunciado, sino que estaba retenido en contra de su voluntad”.

El dictador aseguró que no hubo ni tiempo “para buscar apoyo internacional, y la única expresión que hubo por nuestra parte se refería al restablecimiento de la institucionalidad. Nosotros incluso nos pusimos en contacto con la Organización de Estados Americanos para que en nombre de la Carta Democrática se hiciera garante del proceso que estábamos poniendo en marcha. Se lo comunicamos al secretario general y reclamamos una misión urgente de dicha organización”.

A la pregunta: ¿Qué resultado espera de los comicios legislativos de septiembre?, Carmona Estanga respondió: “Tenemos que ir a las elecciones y la oposición debe ser capaz de dar una respuesta al país, aunque sea en clara desigualdad electoral frente al régimen. No podemos desperdiciar esta oportunidad histórica”.

El líder del régimen de facto reconoció que “la unidad opositora es compleja porque hay fuerzas de todos los signos políticos, pero la responsabilidad ante el país es tan grande que yo no sólo aspiro a que la Mesa de la Unidad que hoy está tratando de lograr las candidaturas únicas para las elecciones de septiembre alcance y logre ese proyecto con candidatos idóneos y que sean los mejores”.

T/ Luisana Colomine
F/ Archivo CO