2022 es otro año marcado por la gran épica bolivariana

2022 es otro año de conmemoración bicentenaria enmarcada en la causa independentistas y libertaria de nuestra americana. Liberadas Venezuela y la Nueva Granada, entre 1819 y 1821, y unidas por Simón Bolívar con la creación de Colombia, la guerra se traslada hacia el sur, más precisamente hacia Ecuador, mientras que Bogotá se constituye en el centro político desplazando a Angostura y Cúcuta.

Para Alexander Torres Iriarte, presidente del Centro Nacional de Historia, 1822 es un año de gran importancia geoestratégica en el marco de la visión emancipadora e integracionista de Simón Bolívar. Ese año arranca propiamente la Campaña del Sur.

La antorcha libertaria sostenida por el ejército patriota, con Bolívar obligando al frente, inicia su marcha hacia Quito, vía Popayán, pasando por la localidad de Pasto. Atrás quedaban los ardientes llanos venezolanos, adelante los esperaban las heladas cumbres andinas.

Torres Iriarte, en una serie de notas de voz enviadas vía whatsaap al Correo del Orinoco, describe a 1822 como un año entramado, interesante, cuyos acontecimientos y sus interpretación siguen avivando la polémica.

“Cuando se hace un balance de este año”, señala el historiador, “se encuentra con que es muy complejo, por los acontecimientos que influyeron en la meta última del Libertador como era la liberación sobre todo de Ecuador, de Perú y del Alto Perú. Por eso en 1822, que en este 2022 conmemoramos su bicentenario, se destacan acontecimientos como la batalla de Bomboná, la disputa por Pasto, la Batalla de Pichincha, el encuentro en Quito entre Manuel Sáenz y el Libertador, el Delirio sobre el Chimborazo, la entrevista de Bolívar con José de San Martín, entre otros acontecimientos que no pueden ser descontextualizados de la mirada compleja o política que tenía ‘el hombre de las dificultades’ (Bolívar) hace dos siglos”.

Además, el 23 de marzo de 1822, circuló el último número del Correo del Orinoco, creado por Simón Bolívar el 27 de junio de 1818 con el fin de acompañar, difundir, defender la causa patriotica en aquellos tiempos.

Iriarte, entre los acontecimientos que entraña 1822, señala que hay que tener en cuenta la significación histórica de la región de Pasto, un poderoso bastión realista.

“Cuando se hace un mapa”, relata Iriarte, “se da cuenta que Bolívar parte vía sur de Bogotá hacia lo que hoy día es la localidad de Loja, Guayaquil, por supuesto, pero obligatoriamente tiene que pasar, después de Cali, Palmira, Neiva, Popayán, y, por supuesto, Pasto, para llegar a Ibarra y posteriormente a Quito y de Quito a Guaranda y de Guaranda a Guayaquil, posteriormente a Cuenca y a Loja. Lo que queremos decir es que la región de Pasto es un punto fronterizo que tiene una gran significación entre Colombia y Ecuador.

Pasto era la única ciudad importante entre Popayán y Quito. Está ubicada en una región montañosa, con picos muy altos de más de cinco kilómetros de altitud, cubiertos de nieve, y que, sin lugar a dudas, es un lugar ventajoso para los españoles, sabiendo que era un paso obligado para los patriotas para poder alcanzar su visión geoestratégica y libertaria. El bando colonialista le dejó la responsabilidad a Basilio García, un destacado oficial que llevaba más de una década luchando contra los patriotas, conocía la geografía de la localidad y sabía de los planes del Libertador, por tanto se dio a la tarea de defender estas colinas impenetrables de la localidad de Pasto. De tal manera que si algo caracteriza a 1822 es la toma de la localidad de Pasto como una región de importancia geoestratégica para los planes libertarios e integracionistas de Bolívar”.

Agrega el presidente del CNH que en esta lucha por la región de Pasto se destaca la importancia histórica de la llamaba Batalla de Bomboná, ocurrida el 7 de abril de 1822, en la que dos bandos, uno liderado por Bolívar y el otro por su enemigo histórico de la hora Basilio García, se enfrentaron en esa localidad de Bomboná, en la cual el ejército patriota con grandes esfuerzos alcanzó el objetivo de desalojar a los españoles de la localidad de Pasto, que era un camino obligado para la toma posterior de Quito y luego de Guayaquil.

La Batalla de Bomboná la describe como una confrontación muy fuerte, en la que se midieron los pastusos irreductibles contra el Libertador, que ya prácticamente estaba casi derrotado, no obstante el sino del caraqueño cambia a raíz del avance de Sucre en la localidad de Pichincha. Con el ejército colombiano victorioso y la notificación de la derrota de Melchor Aymerich en Pichincha, esos dos elementos condicionaron que Basilio García capitulara ante Bolívar el 8 de junio de 1822, hecho que permitió la entrada triunfante del ejército colombiano a la localidad de Pasto.

Pichincha

Otro episodio glorioso para la causa grancolombina ocurre el 24 de mayo en las faldas del volcán Pichincha, a más de tres mil metros de altura sobre el nivel del mar, cerca de la ciudad de Quito. Allí en la Batalla de Pichincha triunfa Antonio José de Sucre al frente del ejército patriota.

El cumanés, conociendo la posición del enemigo y sabiendo que reducirlo sería difícil, utiliza la estrategia de la marcha sorpresa la noche antes del acontecimiento, el 23 de mayo. Ordena escalar los desfiladeros del volcán de Pichincha, de casi cinco mil metros. Los soldados patriotas descienden por la falda del Pichincha y avanzan sobre Quito desde el norte. En horas de la mañana, 10, 30, comienza la batalla, según algunos reportes. Ambos ejércitos se destacan con igual valor, las tropas colombianas y peruanas al mando de Sucre, pero también estaban con Sucre, Santa Cruz, Córdova, Mires, Antonio Morales, Juan Lavalle, quienes gozan de prestigio- El dios de la guerra los favorece, mientras Melchor Aymerich es derrotado. Ahí se va a firmar una magnánima capitulación. Sucre, un joven de 27 años, entra triunfante a Quito, donde es recibido como un héroe.

“En síntesis, con la Batalla de Pichincha Quito quedaba libre del domino español. Esto es interesante porque cuando se hace un balance de la Campaña del Sur de 1822 afloran elementos claves. Lo más obvio es la completa y definitiva liberación de Ecuador después de admirables esfuerzos que hicieron los patriotas. Además, la consideración ecuatoriana hacia Sucre, que es recibido como su héroe nacional y Sucre, quien hace un esfuerzo magnánimo, filantrópico, con la honrosa capitulación ofrecida a Aymerich, cuestión que ha pasado a la historia como una de las cualidades de este joven, quien no es un satélite del Libertador. Cesan entonces las hostilidades en Colombia, la bolivariana. Se destaca a Sucre como intendente de este departamento. Esto facilita el ingreso efectivo de Guayaquil a Colombia y favorece la entrevista de Guayaquil entre Bolívar y José de San Martín. En síntesis, esta campaña permitió la expansión grancolombiana y la influencia de Bolívar hacia el sur y posteriormente todo lo que es la América meridional”, indica.

Bolívar y San Martín

Un capítulo significativo desde el punto de vista histórico es la entrevista entre los dos grandes colosos de la independencia suramericana, Bolívar y San José de San Martín. Torres Iriarte señala que este episodio ha sido objeto de controversia y polémica a lo largo del tiempo, incluso especulaciones y tergiversaciones basadas en documentos apócrifos.

Un asunto capital de la entrevista, resuelto magistralmente por Bolívar, fue la cuestión de la pertenencia de Guayaquil, que finalmente quedó en manos grancolombianas.

Guayaquil es la capital de la provincia de Guayas, explica Iriarte, y ocupa una importante situación geográfica en el Pacífico; su ubicación era muy apreciada en el marco de la guerra en el mar. De allí el interés logístico y estratégico del mismísimo Protector general José de San Martín de anexionarlo al Perú, pero desde la mirada del Libertador no se consideraba completa la integridad colombiana sin la presencia de la localidad de Guayaquil por el mismo interés general de este puerto. Con las victoria de Bomboná y Pichincha los bolivarianos estaban en un momento áureo, con autoridad y poderío, lo cual permitió inclinar la disputa a su favor.

El 12 de julio entra Bolívar en Guayaquil y dispuso que el territorio era colombiano, resolviendo de una vez el problema. La junta de gobierno le entregó el mando sin discusión y ante el curso de los acontecimientos San Martín se propuso realizar una visita a dicho puerto para de una vez conocer al Libertador grancolombiano y finiquitar los aspectos relacionados con la guerra.

“El 25 de julio de 1822, cuando arriba José de San Martín al puerto de Guayaquil, al día siguiente desembarca, ya la bandera colombiana estaba ondulando y el propio Libertador con uniforme y su séquito de gala lo recibe con una palabra que lo dice todo: bienvenido al suelo de Colombia. Ya el protector José de San Martín queda desarmado, porque ese era exactamente el primer punto a tratar con Bolívar, que tenía que ver la anexión de Guayaquil a Perú, pero había llegado bastante tarde porque el Libertador lo recibe en tierra colombiana”, refiere Iriarte.

Bolívar y San Martín se reúnen los días 25 y 26 de julio de 1822. Trataron un conjunto de asuntos sin responder a una agenda previa, ni protocolo; se afirma que el mutuo entendimiento guiaba a estos dos titanes.

En cuanto al gobierno para el Perú, San Martín proponía una monarquía regida por un príncipe europeo, mientras que Bolívar defendió su visión republicana. Otros aspectos a discutir eran los límites entre Perú y Colombia, la asistencia militar mutua.

La conferencia ha sido objeto de diversas interpretaciones, de especulaciones de parte y parte, considera Iriarte, para quien este año se tendrá la oportunidad de discutir el encuentro con detenimiento.

Otro acontecimiento que ha trascendido en el tiempo por su importancia literaria y poética es “Mi delirio sobre el Chimborazo”, escrito por Bolívar el 13 de octubre de 1822, documento que refleja la grandeza, la sensibilidad, el alma y el espíritu de quien Torres Iriarte adjetiva constantemente como el “hombre de las dificultades”. La pieza, objeto de estudios en innumerables interpretaciones, se inscribe dentro del movimiento romántico del siglo XIX. Allí aflora el alma poética del Libertador, pero también da testimonio de su visión, de su situación que raya más allá de lo físico.

Asegura Iriarte que al ser un delirio el autor cae en trance y en contacto con una entidad mayor, lo cual ha desatado variadas discusiones.
En el contexto del poema hay que destacar que el Chimborazo es considerado el punto más alto de la tierra, incluso sobre el Everest, al que supera por unos 1.800 metros.

“Otro elemento es que, de una manera u otra, en ‘Mi delirio sobre el Chimborazo’ hay claves simbólicas que hablan de la grandeza del Libertador, quien utiliza expresiones como ‘Yo venía envuelto con el manto de Iris donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las Aguas’. Y habla de ese arrebato de un espíritu desconocido, divino, que de alguna manera u otra lo toma por asalto y habla de un desfallecimiento cuando dice que topó con su cabeza la copa del firmamento. Era enfrentarse a la altura y sus pies estaban en los umbrales del abismo. De tal manera que 1822 es un año muy importante desde el punto de vista de la historia literaria y poética de nuestra América”, reafirma Iriarte.

Cruce de miradas entre Bolívar y Manuela Sáenz

Un hecho de gran importancia de 1822, asiente Alexander Torres Iriarte, “fue el encuentro entre Bolívar y Manuela Sáenz, ocurrido el 16 de junio de 1822. Bolívar sale de Pasto y llega a Quito a mediados de ese mes. El pueblo, que había vivido los estragos de la guerra, se entera de la capitulación y sabe que el ejército español se rindió, hecho que fue festejado por la población, que tarareaba las canciones de Bolívar y gritaba su nombre como una especie de semidios latino.

La entrada triunfal a la ciudad, de acuerdo a la crónica de la época, se refiere a un cortejo. Se habla de oficiales de vistosos uniformes, engalanados, alineados, luciendo sus medallas. Se recibe al Libertador acompañado de música, de flores, rosas, coronas de laureles, repiques de campanas. Toda una celebración en homenaje a Bolívar, quien, en una actitud saludante, sonriente, levanta la mirada hacia el balcón, dice la crónica, de la lujosa mansión de don Juan de Larrea, donde estaban reunidas personalidades de la aristocracia quiteña, entre ellas una joven impetuosa de 24 años llamada Manuela Sáenz de Thorne.

Es en el baile de la victoria, en el marco de la celebración, donde ambas personalidades se van a unir hasta los últimos momentos del Libertador, inclusive traspasando el umbral de su muerte. Un victorioso libertador llegando a Quito en 1822 y una joven impetuosa pero con una gran claridad política e intelectual, Manuela Sáenz, se consiguen, lo cual marca un antes y un después en la vida del Libertador, sobre todo en sus últimos años de existencia”.

T/ Manuel Abrizo
F/ Miguel Romero