Al depositar la imagen de Jesús niño en el pesebre|El 25 de diciembre inicia en Los Andes el ciclo de culto al niño Jesús

A las 12 de la media noche del día 24 de diciembre, que es también la hora cero del día 25, los devotos de la región andina venezolana, colocan al niño Jesús en el pesebre, para simbolizar su nacimiento en noche buena.

Este sencillo ritual es oficiado por los abuelos que ostentan la dirección espiritual y ética de la familia. Ocurre en silencio y muchas veces al margen de la cena y brindis navideño, que ocupa a los más jóvenes.

Al depositar la imagen de Jesús niño en el pesebre, se da apertura a un ciclo anual de tradición y de culto, que comienza con el alumbramiento y sigue desde 1° de enero hasta el 2 de febrero con la «paradura del niño».

El rosario y los novenarios, elementos rituales de la tradición cristiana, se enlazan en la paradura en sincrético culto a identidades ancestrales como la madre tierra en una fiesta entre familiares y vecinos.

El cronista y escritor merideño Tulio Febres Cordero (1860 – 1938) describe esta tradición como una fiesta doméstica y religiosa, extendida y asimilada en el devenir del tiempo hasta estribaciones de la cordillera andina venezolana.

«Consiste en sacar del pesebre o del nacimiento al Santo Niño, que se halla acostado, para conducirlo en procesión con música, pólvora y velas encendidas, por el contorno de la labranza (…) con el fin de que bendiga la tierra y haga prósperas las cosechas del año», explica Febres Cordero en el libro Archivo de Historia y Variedades (1931).

EL ROBO Y BÚSQUEDA DEL NIÑO

Inmersa en el período de la paradura se encuentra otra tradición llamada «robo y búsqueda del niño», una forma de picardía cómplice entre vecinos, que exhorta a celebrar el festejo o que sirve como pago de promesas.

«Cuando los vecinos del barrio observan que un amigo deja transcurrir los días sin hacer la paradura del niño, se ponen de acuerdo para robar de su pesebre la imagen (…) con este procedimiento la gente obliga al sujeto moroso para que realice el festejo», escribe Luis Arturo Domínguez, en el libro Dos aspectos del folklore de Los Andes.

La imagen retirada es depositada en otro pesebre del pueblo y «cuando la víctima se da cuenta de la desaparición, organiza entonces la tradicional y simbólica comparsa de la búsqueda del niño perdido», para celebrar la paradura.

Esta variante de paradura se hace también al compás de cuatro, violines y charrasca. Es una procesión de cantores y devotos, que recorre calles y caminos buscando casa por casa, a veces recorriendo hasta siete pesebres.

«San José junto a María cogieron largo camino, en busca de su niñito porque se les ha perdido», entonan los cantores, acompañados de padrinos y devotos; adultos y niños ataviados como San José, como María, como pastores y ángeles.

En el devenir del tiempo, quien roba al niño ha pasado a ser también, algún devoto que adeuda una promesa, o que pide prosperidad y buena cosecha, u otro favor para el año nuevo.

Por la consecución de aquél ofrenda el coste de los músicos y aporta para el bizcochuelo, el vino y los dulces tradicionales, que sirve el anfitrión de la fiesta.

En todo caso el robo y la búsqueda del niño deriva en la paradura, tradición que se estila celebrar hasta el 2 de febrero, día de La Candelaria, cuando se desmontan los pesebres y guardan las imágenes para la navidad próxima.

T/AVN
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