Nelson Guzmán | El 4 de febrero: rebelión y utopía (Opinión)

La democracia cuartorrepublicana no hizo otra cosa que hundir en las sombras a la República. Las luchas que llevaron adelante los jóvenes del año 1928 contra el gomecismo y su totalitarismo se eclipsaron cuando Rómulo Betancourt y Raúl Leoni deciden negociar con el Imperio norteamericano. El alma bella hegeliana de los años mozos de estos políticos se convirtió en servilismo. Las luchas que se habían dado contra Pérez Jiménez quedaron en el olvido.

Los Viejos Muñones –como calificó el Chino Valera Mora a la generación del 28– cayeron fascinados por los provechos que comenzaban a otorgarles los proventos del petróleo. Esta gente olvidó lo que los disidentes sufrieron en la Rotunda y en el castillo de Puerto Cabello.

Venezuela siempre fue un punto geoestratégico para los gringos. Cuando las potencias europeas intentaron invadirnos ellos evitaron el desenlace fatal porque que ya sabían de la riqueza que había en el subsuelo venezolano. Cipriano Castro resistió en un gesto de hidalguía a aquella satrapía que se estaba cometiendo. Los proyectos norteamericanos, en conchupancia con las élites apátridas, pretendieron convertirnos nuevamente en Colonia. El gobierno de Marcos Evangelista Pérez Jiménez no fue más que un intento desarrollista que enriqueció las arcas de los militares y abultó las fortunas de los amos del Valle.

El gobierno de Pérez Jiménez se desarrolló con la traición como norte; el golpe de Estado siempre estuvo a la vuelta de la esquina. Ya en 1945 Betancourt le orquestó un golpe a Isaías Medina Angarita, la sensatez del Presidente no llevó al derramamiento de sangre. Betancourt, aliado con intereses oscuros del perejimenizmo conspiró contra el maestro Rómulo Gallegos. Y se dio el golpe de 1948. Muchos adelantos había obtenido el país con el voto directo y secreto de las mujeres.

Durante la década del 60, el país se lanza a las calles en búsqueda de la libertad. Los jóvenes estudiantes fueron masacrados por las fuerzas armadas preparadas desde los años 50 en Chorrillos. Las armas de la República estaban enfiladas a reprimir a sus ciudadanos. Los desaparecidos abundaron en estos años, igualmente los secuestrados y torturados políticos. Los venezolanos habían sido metidos en la esquina del miedo.

Venezuela, junto al Departamento de Estado de EEUU, conspiró para que se estableciera el bloqueo a Cuba. La democracia adeco–copeyana pretendía solventar los problemas con el populismo. Las universidades estaban en pie de lucha, las cárceles estaban atestadas de presos políticos. Para esa época se le había ordenado a la policía disparar y averiguar después. Vivíamos en un país intolerante que comenzó a resquebrajarse, luego de la derrota guerrillera. Cuando se dio la rebelión cívico militar del 4 de febrero el país se percató de sus propias máculas, de sus cicatrices.

El 4 de febrero se adelanta la utopía revolucionaria, los jóvenes y los venezolanos en general decepcionados por la inseguridad, preocupados por el destino de sus hijos que llegaron a comer Perrarina en las barriadas populares insurgen contra aquel orden represivo que había impuesto Carlos Andrés Pérez hipotecando nuestros destinos ante el Fondo Monetario Internacional.

La noche del 4 de febrero tronaron de nuevos las armas, se luchó por deponer a aquel gobierno corrompido que había hundido al país en el oprobio. Ese día ganó el pueblo venezolano, en el imaginario colectivo de la patria se preparaba la victoria electoral obtenida en 1998 por Hugo Chávez Frías.

Fuente / Nelson Guzmán