Por Fernando Travieso|70 años de la victoria soviética y de la humanidad (Opinión)

Hay dos elementos fundamentales para entender el resultado de la II Guerra Mundial: el primero la ofensiva decisiva emprendida por las tropas soviéticas a partir de la victoria lograda en la batalla de Stalingrado, hoy Volgogrado, a un costo de dos millones de vidas humanas; el segundo, la necesidad de apropiarse por parte de la Alemania nazi de las zonas petroleras de la URSS.

El 23 de agosto de 1939 se firmaba el tratado de no agresión Ribbentrop-Molotov entre la URSS y Alemania en respuesta a los acuerdos de Munich de 1938, en que las potencias occidentales europeas cedían a las pretensiones expansionistas germanas, dejando sola a la Unión Soviética frente al enemigo nazi.

Adolf Hitler valoraba, una vez comenzada la II Guerra el 1° de septiembre de 1939 con la invasión a Polonia, la conveniencia de tener un solo frente de guerra contra el Reino Unido y Francia, pero la dependencia del suministro petrolero de Rumanía cambiaría su perspectiva.

La Fuerza Armada alemana era la más moderna, mecanizada y por ende dependiente del petróleo. Al fallar el abastecimiento se ve en la imperiosa necesidad de tratar de tomar las zonas productoras soviéticas, rompe el tratado de no agresión e invade a la URSS.

La fiereza en la defensa, la capacidad de sacrificio, su organización, la disciplina y su poder industrial y tecnológico le dan la victoria a los patriotas rusos y demás países que conformaban a la URSS.

El nazismo, una aberración negadora de la racionalidad y el humanismo, fue derrotado por el proletariado, lo que obligó a Occidente a acelerar el desembarco de Normandía, postergarlo significaba que las tropas soviéticas no solo hubiesen alcanzado Berlín, sino probablemente París.

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