Algunos estudiosos, sociólogos, pensadores y escritores afirman que estamos frente a un cambio de grandes proporciones en la sociedad occidental, incluso algunos afirman que los cambios van más allá, que los cambios son globales. Estamos en los albores de un cambio de época o de tiempo equivalentes a las transiciones pasadas como por ejemplo: el cambio de la edad de piedra a la edad de los metales o del feudalismo al renacimiento, lo único que al estar imbuidos en la cotidianidad perversa estos cambios parecen imperceptibles.
Sin embargo, el rumbo de los cambios que se están produciendo en la humanidad dependerá del empuje de las fuerzas en pugna, entre el “presente pasando” y un “por – venir”, un futuro que abriéndose paso a paso intenta sobrevivir a las vicisitudes que plantea la búsqueda de nuevas formas de convivencia en todas sus expresiones frente al abismo de la extinción global.
Los acontecimientos mundiales en los últimos años y la manera como han sido abordados presenta signos de agotamiento alarmantes; el re–florecimiento de conductas e ideologías que creíamos en vías de superación o superadas en gran parte como el nazismo, el fascismo, el racismo, la intolerancia recrudecen todos los días palideciendo los inmensos esfuerzos de los organismos existentes para garantizar la paz y la convivencia en el mundo.
El diálogo, la diplomacia, la negociación como instrumentos inequívocos para la resolución de conflictos luchan por sobrevivir frente a la imposición por vía de facto de voluntades económicas, mediáticas, políticas y militares sin importar la existencia del otro, poniendo en riesgo lo poco que la humanidad y la civilidad han conquistado: la paz y la democracia.
Para los pocos, ricos, burgueses y oligarcas (abstenerse clase media y operadores políticos) la única convivencia que les interesa es la que se deriva de la explotación del hombre por el hombre, la única democracia que les importa es la que le garantiza el aseguramiento de sus ganancias y la única paz en la que creen es la de los sepulcros.
Para la mayoría, los pobres, trabajadores, pensadores, críticos e intelectuales el único patrimonio como bandera de lucha es la paz, la igualdad, la justicia y la democracia; legado de centenarias luchas por un mundo mejor, el cual es posible, de lo contrario estaremos frente al abismo.
No perdamos ni un segundo, frente a la adversidad el único camino es la perseverancia. ¡Sigamos adelante, no dejemos que la ignominia nos robe la esperanza! Profundicemos la lucha y derrotemos el “presente pasando” por un mejor “por – venir”.