Las medidas tomadas por el presidente Nicolás Maduro en torno a la frontera con Colombia han llevado al presidente Juan Manuel Santos y a sus principales voceros a tomar posiciones con base en mentiras y mucho cinismo.
En primer lugar, destaca el tema de los DDHH, tan sensible en la opinión pública y tan manoseado por los enemigos de nuestra Revolución. Acusar a nuestro país de “violar los DDHH” y, más aún, alegar el delirante exabrupto de una “crisis humanitaria” persigue el doble propósito de victimizarse en un escenario donde la verdadera víctima es nuestro país, así como alimentar un expediente de mentiras que vaya aplanando el terreno para una futura intervención imperialista.
Se trata de un cinismo realmente asqueroso para encubrir a todo tipo de narcotraficantes y asesinos.
Por otra parte, Santos y los voceros neogranadinos reconocen la existencia de un sistema delictivo de contrabando, pero, como por arte del realismo mágico, lejos de combatirlo o condenarlo, lo justifican y estimulan.
Los inefables vecinos afirman que el contrabando responde “a las políticas de subsidios de la Revolución Bolivariana”, pero en realidad protegen a las mafias de contrabandistas y, además, fomentan sus negocios con una política cambiaria que se ha convertido en la punta de lanza del ataque a nuestra moneda nacional.
Con esas posturas le ocasionan un tremendo daño a los productores de su país. Sin embargo, eso no les importa, pues el propósito principal es desestabilizar nuestros sistemas económico y político.
En resumen, se deslindan dos posiciones: quienes insistimos en construir una frontera de paz, cooperación y desarrollo y, por otra parte, los no muy Santos, que encubren a paramilitares y contrabandistas, propulsan la guerra económica.