Una obra de lectura recomendada en los tiempos que vivimos (y preparándonos para cualquier escenario que pudiese venir) es el reconocido libro titulado La Doctrina del shock, de la periodista canadiense Naomi Klein. Personalidad que por cierto ha tenido relevante influencia en los movimientos que apuestan a construir experiencias de socialismo democrático. Las similitudes entre las crisis económicas agudas y la doctrina original de la terapia de choque (terrorífica técnica psiquiátrica en la que se aplicaban choques eléctricos a pacientes con enfermedades mentales) dan base al hilo argumental de este excelente trabajo, que ha cosechado amplios reconocimientos, pero también el ataque feroz de los defensores del neoliberalismo y las teorías de Milton Friedman.
En dicha obra (que posee su versión fílmica) la autora devela cómo las políticas económicas promovidas por Friedman y la Escuela de Economía de Chicago, solo fueron posibles de aplicar en los diversos países que las padecieron, gracias a la afectación sistemática de la psicología social, mediante una violenta destrucción del orden económico preexistente, la generación intencional de contingencias políticas o favorecidas por desastres naturales que, en el ámbito de profundas conmociones colectivas, facilitaron la aplicación de reformas profundamente antipopulares y amarradas a las agendas de los grandes poderes económicos.
Un claro paneo explicativo de la implementación de la Doctrina de shock nos lleva por la experiencia del golpe de Estado contra Salvador Allende (1973), seguido del golpe militar en Argentina (1976), los gobiernos ultraconservadores en los años 80 (Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido), la situación de fines del siglo XX en Polonia, Rusia, Sudáfrica, los tigres asiáticos, hasta el devastador huracán Katrina, el 11 de septiembre en Nueva York y su consecuente e injustificada invasión a Irak.
Lectura obligada decía, para quienes pretendan entender las dimensiones de la situación que hoy nos afecta en Venezuela producto de la guerra económica provocada por la reacción y sus aliados internacionales, que no es otra cosa que la restauración (una vez mas) del modelo de shock. Modelo que tan útil y eficiente ha resultado a los intereses de EEUU, cuando se trata de revertir procesos transformadores en sociedades del mal llamado “Tercer Mundo”, pero también en el propio núcleo de las economías occidentales fuertes.