Cómo le gustaría a la oposición que fueran ciertas todas sus conjeturas. Con cuánta felicidad se pasearían por el mundo si el país estuviera en medio de una hambruna, si la sequía hubiese agotado las reservas de agua potable y hubiese dejado al país sin electricidad.
La suma de muchas desgracias en Venezuela parece ser el cómputo exacto de la felicidad absoluta de un opositor convencido.
Cada venezolano que come, es una resta que reduce el dígito del felizómetro opositor. Peor si ha Venezuela se le ocurre ser anfitrión de una cumbre en la que 120 países del mundo deciden confiar la presidencia de su movimiento al Presidente Nicolás maduro.
La comezón es más grande si se trata del Movimiento de los No Alineados, pues resulta que la tarea encomendada a Maduro es la misma que en algún momento asumieron líderes de la talla de Josip Broz Tito, Nehru, Nasser, Nelson Mandela y Fidel Castro, entre otros.
Peor cuando, precisados por la situación, al indagar sobre qué cosa es el MNOAL, descubren que estos 120 países guían su movimiento por valores que han sido defendidos con fuerza por el chavismo, como son la autodeterminación, la no adhesión a pactos multilaterales militares, la lucha contra el imperialismo en todas sus formas y manifestaciones, el desarme, la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, el fortalecimiento de la ONU, la democratización de las relaciones internacionales, el desarrollo socioeconómico y la reestructuración del sistema económico internacional.
El dolor aumenta cuando cada delegación agradece al gobierno venezolano por las condiciones garantizadas para el desarrollo del evento.
No envidio su situación. Debe ser complejo descubrir que lo que uno ambiciona se contrapone al sueño de la inmensa mayoría de los pueblos del mundo. Debe ser muy doloroso saber que mientras todo el planeta ambiciona verdaderas condiciones de democracia internacional, uno está abrazando la mezquina causa de entregar la soberanía y la independencia de la patria a una potencia extranjera.