Como era lógico esperar, cualquier cantidad de analistas, unos con mayor o menor agudeza, contribuyen con sus torpedos a ponerle plazos al diálogo nacional, establecer razonamientos bastante carentes de sentido con un escenario de este tipo y hacer toda suerte de pronósticos de los cuales por general salen con las tablas en la cabeza.
Sin embargo, hay que hacer al menos dos consideraciones sobre este proceso que a pesar de estos agoreros del desastre observamos que con los días irá consolidándose y avanzando en sus resultados que, como es lógico pensar, tiene su propio tiempo y no el que se le ocurra a algún irresponsable por ahí.
En primer lugar, el debate en la mesa sobre los aportes, acciones y soluciones para con los problemas cotidianos del pueblo, del venezolano y venezolana de a pie, simplemente no se ve, no se observa por ningún lado. Razón por la cual se hace necesario en sucesivas ocasiones avanzar en esto.
Un diálogo sin contenidos concretos sobre los problemas de la gente, sus verdaderas preocupaciones y anhelos que nada tienen que ver con las pasionarias matrices de ciertos medios de comunicación, mas centradas en asuntos de poder y de soluciones individuales, corre el peligro de morir en el mediano plazo de inanición, no precisamente por asuntos políticos sino por desinterés y desprecio popular.
La clase política nacional, cuestionada en estos momentos, no está como para darse lujos de este tipo y debe procurar incorporar estos elementos propios de las preocupaciones del pueblo en torno a temas como la economía, la seguridad, las medidas para el control de la inflación, la regularización del abastecimiento de alimentos y medicinas, las acciones de defensa de nuestra industria petrolera, las acciones para promover la protección a la pequeña y mediana empresa, así como a los productores del campo que ni siquiera tienen acceso a mecanismos de intermediación financiera, entre otras que puedan nacer al calor del debate.
En segundo lugar, deben abonarse los caminos para que las vocerías de todos los factores contribuyan en el desarrollo del proceso de diálogo, en especial en cuanto a sus mensajes se refiere. Poco ayuda el lenguaje belicoso en estos momentos, lo cual lejos de ayudar aísla a quien los emite, obviando que casi 80% de la población está de acuerdo con este proceso.
Finalmente, todo el mundo tiene que medir con racionalidad y responsabilidad los costos políticos de cada acción. En especial quienes andan dando fechas, plazos y límites, sembrando de falsas esperanzas a grupúsculos radicales despreciados por el conjunto de los venezolanos.