Racismo puro

POR: TULIO MONSALVE

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Por años busco una novela donde vea que quien la escribe y de quien se escribe sea un venezolano real.

El desapego de algunos literatos hacia el pueblo lo igualo al de los políticos de la derecha. Para mí, ambos responden a un señuelo ideológico animado por esos gigantes del alma que son el racismo y la soberbia.

Bilis exacerbada en los últimos veinte años. Cualquier narrativa política de la derecha termina caricaturizado en algún agresivo rasgo, humano que vulcaniza al pueblo.

Sobre todo los primeros diez años del nuevo siglo fue materia para insertar en los editoriales de periódicos de presencia nacional.

Furia mayor cuando la derecha recibió las quince primeras grandes derrotas electorales. Sin poder explicarlo acudían a la agresión de los menos asistidos socialmente. Los cubrían de pullas en venganza por no comulgar con sus ideas. Sellado fue dicho en un editorial de un periódico de presencia nacional: “tierruos”, “pata en el suelo”, “balurdos” ¿Puede su voto valer igual al de otros electores de la clase aventajada?

Misterioso dilema para quienes por doscientos años tuvieron la sartén del poder por el mango. Y mosqueaban con la parte ancha del embudo. Estimaban les pertenecía por derecho divino.

Sucedió la hecatombe. De pronto se ven ajenos a la gracia de la clase que aseguró en Miraflores cuarenta años de poder.

¿Esa imagen racista dónde se origina? ¿Algo genético o soberbia? Nuestra idea es que nuestros grandes novelistas pudieron meter baza en la creación de ese racismo que acusa a los políticos de derecha y sus modos torcidos de caracterizar al pueblo venezolano.

En Doña Bárbara de Rómulo Gallegos todo es grandioso y posee gran fuerza, menos el pueblo. Juan Primito es pasivo. Espera al lado del río que el llano venga a reivindicarlo. El “lleva el hierro de los Luzardo”, casi un animal.

José Rafael Pocaterra en su Casa de los Abila: “Porque así es el pueblo venezolano un llagoso contando cuentos de aparecidos”.

La parisina Teresa de la Parra ve el pueblo en la negra lavandera de su casa que canta y ríe y enjuaga. O el enano Cochocho cargando frutas.

En Lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri la figura del pueblo: Presentación Campos, violento y demencial muestra de una plebe. Rufino Blanco Fombona sencillamente no vio al pueblo, lo pasa de lado, olímpico lo desprecia como una masa amorfa.

¿Cómo fue que de ese pueblo surgió Bolívar? No se entiende. Pero igual está el pueblo que ajeno al racismo y sin miedo, cuenta su novela y hace su política.

tuliomon@gmail.com
Caracas