La libertad y la justicia históricamente han sido concebidas como valores contradictorios. La libertad ha sido reivindicada por la burguesía y las personificaciones del capital, mientras que la justicia ha sido históricamente promovida y defendida por el movimiento socialista.
La libertad, sin embargo, al igual que la justicia son valores propios del marxismo pero entendidos más allá de las formalidades propias del derecho burgués, de la libertad real y la igualdad sustantiva.
Ser libre en la sociedad capitalista tiende a reducirse a la libertad de vender la fuerza de trabajo, porque es lo único que poseo, y la única forma de reproducir la vida. De tal forma, que para vivir se requiere ser asalariado y alienado.
La libertad auténtica es la emancipación humana, es la esencia del hombre y de la mujer. Es la capacidad de superar la tiranía del capital frente al trabajo, es abatir la alienación, en tanto extrañamiento ocurrido cuando no controla, ni conoce el sentido de su trabajo. El sentido genuino de la libertad está asociado a la libertad de espíritu, de producción y de consumo auténticos. Es la capacidad individual y comunitaria de elección profunda, libre de ataduras, caracterizadas por la cordialidad, sinceridad, honradez instintiva, desapego a la abundancia, en un contexto social de profunda igualdad sustantiva, propia de una sociedad que supera el egoísmo práctico y está orientada hacia el otro, con prioridad hacia el pueblo pobre.