A contra corriente

POR: DANIEL CÓRDOVA ZERPA

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Aunque se ha pretendido vaciar de contenido cualquier enfoque teórico que ose cuestionar las tremendas desigualdades que engendra y además perpetúa el sistema capitalista mundial, la cruda realidad es que el mundo actual es cada vez más inequitativo, lo que a la larga pone en tela de juicio la viabilidad de la propia humanidad.

La célebre advertencia de Lenin de que el capitalismo es la fase superior del imperialismo no hecho sino confirmarse con una contundencia irrebatible. Las dos Guerras Mundiales sólo sirvieron para consumar un reacomodo del poder: el imperio norteamericano suplantó al británico, pero en lo esencial permaneció intacta la visión geopolítica según la cual existen pueblos predestinados por un mandato cuasi divino, para ejercer su supremacía y otros condenados por un sino fatal a la pobreza.

No es casualidad que de las casi 200 naciones que conforman actualmente la Organización de Naciones Unidas, tan sólo siete han alcanzado un nivel de desarrollo óptimo, expresado en términos de su nivel de industrialización. Son las sempiternas del G-7: Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia, Canadá y Japón.

Apenas siete que concentran el 64% de la riqueza global, cerca de US$ 270 billones. Siete aliados que mantienen el mundo divido bajo el eufemismo de áreas de influencia; siete que controlan el mercado financiero para acrecentar la brecha económica y tecnológica.

El ansiado desarrollo nunca termina de llegar, porque la economía mundial se basa en el robo, la usura y la rapiña. Esa es la gran verdad. Venezuela se ha atrevido a luchar por su desarrollo independiente y por eso es sometida al fuego cruzado de la guerra económica. Seguimos marchando a contracorriente, como dijo el Comandante Carache, es duro, pero es el camino.

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