Por Pablo Fernández B|A quien educa (Opinión)

El 15 de enero conmemoramos una vez más el Día del Educador y la Educadora; fecha que enaltece a quienes desde la más noble vocación de servicio dedican su vida a formar a otros para el desarrollo de su personalidad y su integración positiva a la sociedad, con valores, conocimientos y principios que les ayuden a constituirse en seres plenos y en armonía consigo mismos y con el mundo en que les toca desenvolverse. Que mejor ejemplo podemos tener de tan noble labor, que la del maestro de maestros, Simón Rodríguez, quien desde el amor, la comprensión de las dimensiones humanas más complejas y una pedagogía cautivadora forjó a aquel jovencito caraqueño que culminaría siendo libertador y padre de seis naciones.

Esta fecha fue instituida por el presidente Isaías Medina Angarita, quien lo decretó en reconocimiento a las luchas iniciadas por los docentes venezolanos el 15 de enero de 1932, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, para defender los derechos laborales del magisterio y mejorar la educación en Venezuela; llegando incluso a tener que desarrollar estas luchas desde la clandestinidad.

A 84 años de aquellos acontecimientos, mucho agua ha corrido bajo el gran puente de la historia, pero sin duda podemos afirmar, que las luchas fundamentales del magisterio venezolano encontraron espacio, respuesta y comprensión empática como nunca antes desde el momento que el comandante Hugo Chávez irrumpe en la escena política nacional alcanzando la máxima magistratura de la República.

Al asumir el Gobierno en 1998, había 71 mil docentes adscritos al Ministerio de Educación. En 2011, la cifra subió a 371 mil (un incremento de docentes del 468%). Durante estos años de la Revolución Bolivariana no solo se han mejorado progresivamente las condiciones laborales docentes, con incrementos o ajustes salariales y otorgamiento de otros beneficios, sino que se ha apuntado a fortalecer su rol social con la ampliación de las oportunidades de estudio y perfeccionamiento, así como el reconocimiento de una serie de derechos.

Hoy los procesos de transformación que vive la República Bolivariana de Venezuela exigen más que nunca la presencia de personas comprometidas, profesionales, críticas, analíticas, sensibles a las necesidades del pueblo que hagan de la vocación docente pilar esencial para conquistar un futuro de paz, justicia y prosperidad con igualdad para todas las mujeres y los hombres de esta patria. ¡Honor y reconocimiento a quienes hoy así lo hacen!

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