A todo o nada

El gobierno de los Estados Unidos, más allá de la administración que lleve las riendas públicas de aquel país, ha decidido con toda fuerza reinstaurar su dominio en el “patio trasero”, es decir una región latinoamericana a la cual siempre han considerado así, independientemente del uso del garrote o la zanahoria para tal fin.

De tal modo, así como el año pasado vino Thomas Shannon a ordenar a la oposición de aquí, a sentarse en la mesa de diálogo convocada por el Presidente de la República, y acompañada por el Vaticano, dos ex presidentes, un ex jefe de gobierno y el Secretario General de UNASUR; este año les dieron la contra orden: levantarse a todo costo del diálogo y desarrollar el plan que hoy día observamos con estupor la mayoría de los venezolanos.

El contexto es sencillo. Hay demasiado en juego internacionalmente y la élite estadounidense necesita consolidar la derrota del proyecto alternativo a la imposición de la pax del capital neoliberal en la región, garantizándole a sus intereses los recursos ingentes del continente más inequitativo del planeta, con todo y los esfuerzos realizados por los gobiernos de izquierda que por mandato popular llegaron al poder.

Como en todo plan, hay cuando menos dos problemas. Por un lado Venezuela no cae: la formula Chile de la Allende no termina de cuajar en el derrocamiento del Gobierno democrático de Nicolás Maduro, cayendo en una peligrosa lógica de desgaste. Problema dos: los gobiernos derechistas que, por vía electoral o de facto, son la vanguardia de los intereses estadounidense en la región lejos de consolidarse a lo interno parecen estar sometidos a un proceso de resquebrajamiento fruto de su torpe manejo en materia de políticas públicas, pretendiendo entronizar acciones manifiestamente fracasadas y sistemáticamente empobrecedoras de sus pueblos.

Por lo anterior, no han tenido el cuidado siquiera de suicidar a la OEA (que otrora les sirvió para avalar o callar miles de afrentas contra la soberanía y paz de los pueblos del continente); para procurar derrocarnos o presionarnos con un puñado de gobiernos cada vez más inmorales, cada vez mas enredados internamente, y con la fecha de caducidad impregnada en sus rostros.

Todo cuanto ocurre ahora responde a esa agenda restauradora y recolonizadora de la élite estadounidense, de la cual aquí en este lado del río bravo solo hay políticos ejecutores. De no concretar, el costo político para los genuflexos de América Latina será bien alto, incluso a riesgo de perder ese “respiro” de las derechas gobernando el continente, para convertirlo en una historieta parecida a los cien días de restauración napoleónica. Nuestra salida de la OEA, quieran o no, es por principios justa y por política un gancho a sus hígados.
T/ Walter Ortiz
walter1982@gmail.com
Caracas