A veces la vida nos lleva por un camino Tóxico

A veces los hechos traumáticos dejan huellas imborrables en lo emocional, como los conflictos que plantea la obra Tóxico que cumple una temporada en la Caja de Fósforos de Bello Monte, en Caracas. Se trata de un texto de la dramaturga del Reino de los Países Bajos Lot Vekemans (1965), en el que intenta sumergir al espectador en unas particulares contradicciones del alma y la lógica.

Con convincentes actuaciones a cargo Adriana Romero y Carlos Arráiz, la pieza lleva a la audiencia en ese tenso recorrido hacia la vorágine de silencios, palabras a medias y verdades no tan transparentes de una pareja separada, que luego de 10 años sin verse demuestra que no ha terminado de cerrar el trágico círculo que comenzó con la muerte de su hijo.

Desde el punto de vista estético el montaje más que minimalista es sumamente sobrio, con pocos pero ingeniosos recursos escenotécnicos que envuelven tanto a los actores como a la audiencia en un ambiente frío, marcado por la lluvia en un sugerido exterior del escenario que limita aún más el espacio emocional del conflicto que oprime y finalmente se desborda en la relación entre los dos personajes presentes en el tablado, quienes además incorporan a otros en la historia de manera referencial.

La obra exige un fuerte trabajo interpretativo sin el cual sería imposible trasmitir al espectador una cierta sensación de ahogo, una opresión en el plano de las sensaciones, los sentidos, en lo anímico producido por esa relación entre ella, que busca entender lo ocurrido, y él, quien parece haber encontrado una salida a su esfuerzo por asimilar aquella pérdida que arrastró tras de sí la vida en pareja.

La obra de Vekemans se estrenó originalmente en 2009 y se adaptó al lenguaje cinematográfico en una película del año 2013 dirigida por la española Isabel Coixet titulada Ayer no termina nunca. Además, la pieza recibió el premio Van der Vies a Mejor Obra publicada en 2009-2010 y el Premio Taalunie, otorgado por la Unión de la Lengua, el equivalente de la Real Academia Española.

«Este es un personaje que tiene muchas exigencias desde el punto de vista emocional y creo que en el momento como actor debes ser una persona vulnerable, estar abierto y permitirte lo que el personaje vive, las cosas llegan automáticamente. No es necesario que estés buscando falsas realidades, ya que este texto está bien escrito, que no es común en Venezuela. Entré a la obra porque otro compañero se fue del país, leí el texto, me gustó y decidí hacerlo. Es necesario aprovechar estas oportunidades», analizó Carlos Arráiz sobre su personaje.

«Llegó de manera fortuita y en el momento apropiado este personaje. Me buscó Orlando Arocha para este montaje. Cuando leí el texto sabía que era para mí, me lo están regalando, porque es maravilloso. Fue complicado, porque realicé toda la investigación necesaria para uno retroalimentarse, junto a la mano del director (Antonio Cova), que nos ayudó a buscar esos sentimientos que están ahí por dentro. Siento que es un viaje de muchas emociones internas, que tienen que estar muy controladas. Yo que venía de hacer muchas comedias fue un reto en todos los sentidos. Un cambio radical y un trabajo externo súper importante», acotó por su parte Adriana Romero.

T/ Eduardo Chapellín-Luis J. González C.
F/ Cortesía AG
Caracas