Por Néstor Rivero| La agresión fallida (Opinión)

Hasta la fecha la conspiración contra el presidente Nicolás Maduro y la Revolución Bolivariana ha resultado fallida, lo cual no significa que por inercia lo será siempre. Todo depende, de la tensión de fuerzas que se contraponen en ambas partes del arco.

De una parte se encuentra el bloque oligárquico tradicional, que envuelve a la cúpula empresarial de importadores, con mucho poder hasta ahora en el control de la distribución de alimentos, fármacos y otros bienes de consumo masivo. Este bloque cuenta con aliados políticos en el Parlamento -donde hoy hacen mayoría-, algunos gobernadores y unas decenas de alcaldes: empero se trata de un bloque que aun ganando elecciones desconfía de soluciones democráticas y se atreve a reclamar al Primer Mandatario Nacional “que renuncie”, obviando que toda renuncia ha de ser voluntaria, sin coacción, pues de lo contrario se trata de destitución o un golpe de Estado.

Dicho bloque cuenta como su principal patrocinante al Gobierno de Estados Unidos, lo cual no es poca cosa. Sin embargo, los auspicios del Departamento de Estado no bastaron en 2002 para que cuajase el golpe de Estado del 11 de abril, ni el golpe petrolero, ni para que la muerte del comandante Hugo Chávez o, dicho de un modo más directo ¿asesinato? derivase en el desplome del Estado social de derecho y justicia; ni para que las guarimbas de 2014 produjesen algo más que luto y tristeza en centenares de hogares del país.

De otra parte, el tino del Alto Gobierno Bolivariano, cuando conduce la nave del Estado en medio de un terrible cerco económico articulado por los oligopolios de Fedecámaras -y grandes cadenas privada de distribución de bienes y servicios del país-, evitando caer, el Gobierno en provocaciones, o en anuncio de medidas desesperadas, como quisiera la MUD, da al chavismo fisonomía de liderazgo consistente, delante de sectores del país que no terminan de percibir la malla de acero que estrangula la economía de una Nación que da pasos a su independencia económica, partiendo de un modelo rentista y monoproductor como el que acá domina desde hace un siglo.

No es fácil. Solo con pueblo en la calle, consciente y políticamente movilizado por su soberanía nacional y emprendiendo el autoabastecimiento agroalimentario, se arrinconará las redes de la conspiración, replegándolas al lindero de la agresión fallida.

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