Algunas cosas que debes saber sobre la bisexualidad

POR: ROMPIENDO LA NORMA

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Según el Glosario de términos de Rompiendo la Norma, la “bisexualidad” es la atracción sexual, emocional, sentimental y afectiva hacia personas del mismo u otro sexo, no necesariamente al mismo tiempo, de la misma manera, ni en el mismo grado.

Anualmente, cada de 23 septiembre, la comunidad de la sexo-diversidad de varios países del mundo conmemora el Día Internacional de la Bisexualidad, esto con la finalidad de derrotar los prejuicios y la marginación reproducida por una sociedad heternormada y machista, además de la constante denigración de la misma comunidad Lgbti.

Uno de los mayores errores en nuestra sociedad es asumir la sexualidad como binaria, sin plantearse la existencias de otras orientaciones.

La bisexualidad no es nueva en la sociedad, ni mucho menos en la literatura científica. Caso notorio fueron las teorías de Sigmund Freud, quien aseguró que “todos somos potencialmente bisexuales” o la investigación del biólogo Alfred Kinsey, quien diseñó una escala que lleva su nombre, que establece sietes diferentes grados de comportamientos sexuales, cuando tradicionalmente se consideraban solo tres. Evaluando el historial sexual de una persona o los episodios de su actividad sexual en un tiempo dado, en el que muestra una gradación en la orientación sexual, estableciendo grados de bisexualidad.

La bisexualidad no es símbolo de infidelidad, muchas veces se cree que las o los bisexuales son mas infieles. Sin embargo, la infidelidad tiene que ver mas con nuestras decisiones personales que con la orientación sexual.

Cuando la persona es abiertamente bisexual se haya en una telaraña de prejuicios que se extiende a su alrededor, ya que, si es amable, cariñosa y sociable, las demás personas supondrán que está coqueteando con ellas. Otra mala concepción es creer que la bisexualidad es solo una fase intermedia hasta llegar a la homosexualidad.

Para comprender realmente la bisexualidad solo hay que aceptar que existen personas que pueden sentirse atraídas tanto por mujeres como por hombres. Lo que nos dificulta aceptar la bisexualidad como una sexualidad valida es ese cúmulo de prejuicio que la sociedad, aun hoy día, se empeña en reproducir

T/Alexis Bolívar
I/A.B
Caracas

¿Casarse o no casarse?:

Incertidumbres y derechos (I)

Observo a través de las redes sociales que en Venezuela se está dando, una vez mas, el debate acerca del matrimonio igualitario. Veo el programa Sin Pena ni Culpa de Ávila TV, que trata el tema, y celebro que se estén generando estos espacios de discusión.

Y, a pesar de la distancia, siento la necesidad de participar en él y formular ciertas incertidumbres que le nutran. La discusión tuvo como base tres argumentos: el derecho de todas las personas a casarse; el derecho a que quienes se aman, indiferentemente de sus géneros y sexos, puedan casarse y, el derecho a la realización humana de los deseos.

Los pienso una y otra vez, y sigue pareciéndome que los tres son discutibles. El matrimonio es la institución política y económica que sustenta la ideología de la familia; ambos hechos son sociales y construidos culturalmente, y uno de sus efectos principales, o sus fines, es el control del cuerpo y la fuerza de trabajo de las mujeres. En el origen de su realización pervive lo que Lévi Strauss llamó “intercambio”, y Gayle Rubin, “tráfico” de mujeres. La familia, que a su vez es, desde el siglo XIX, la piedra rosetta del capitalismo y de la colonialidad, se naturalizó hasta el punto de considerársele “esencia” humana, enmascarando de esta manera un sistema de opresión que dura hasta el presente, y que incluye en su dominación a la disidencia sexual; pues para que ésta se dé (la familia) lleva como condición inherente el régimen de la heterosexualidad.

Como mujer latinoamericana y lesbiana, me pregunto: ¿desde el feminismo lesbiano anti-racial, no deberíamos reivindicar precisamente lo contrario, nuestro derecho a no casarnos? ¿A no ser mujeres?, tal como señalaba Monique Wittig. ¿Y así de-construir la identidad opresiva del género?

Con el segundo argumento me pasa algo semejante: ¿no deberíamos reclamar que lo que se convirtiese en derecho fuese el amor, derecho humano a ser querida, respetada, cuidada, por el tejido social? De lo cual se derivaría, espiritualmente hablando, el derecho a la no coerción por una ideología opresiva.

Históricamente, el matrimonio no ha sido la realización del amor, aunque a partir del surgimiento del “amor romántico” en la edad media, le haya sido adosado.

Ni el amor se realiza necesariamente bajo el paraguas del matrimonio.

Y además, ¿nos creemos realmente con el derecho a realizar todos nuestros deseos? ¿Es eso necesario? ¿Es conveniente? ¿Deseamos tener el derecho a participar, a formar parte, de una organización política eurocentrada que históricamente nos ha oprimido, invisibilizado, y asesinado?

Tal vez sí, por qué no. Pero los argumentos son importantes. No solo nuestros actos, sino también sus razones, nos definen.

T/ Caborca Lynch
España