Alianzas que mejoran la vida: Construir vínculos de respeto y amor con animales

Las especies compañeras son personajes claves de nuestras configuraciones relacionales. Duermen con nosotres, perciben estados de ánimo, les extrañamos cuando viajamos y jamás faltamos a los juegos y mimos que nos proponen. Devenimos con ellxs y compartimos una cotidianidad que nos encuentra juntes.

La teórica feminista Donna Haraway avanza en su pensamiento sobre cómo sobrevivir en el planeta tierra mientras la devastación ecológica va en aumento. En su libro, Seguir con el problema (Consonni, 2019), ofrece nuevas maneras de configurar nuestras relaciones con la tierra y sus habitantes. Propone construir alianzas con lxs no-humanxs para imaginar futuros mejores. Es filósofa y zoóloga. Nació en Denver, Estados Unidos, en 1944. Plantea una ética multiespecie anclada en la responsabilidad colectiva para habitar de maneras creativas y audaces los efectos del capitalismo actual. Habla de una ética del cuidado, del cuidado de la otredad. “Vivir bien junto con las huestes de especies con las cuales los seres humanos emergen en este planeta a cada escala de tiempo, cuerpo y espacio”.

Las especies compañeras coexisten y cohabitan de forma tan íntima que Haraway propone incluso hablar de nuevas relaciones de parentesco. Cecilia Palmeiro comparte su vida con gatxs desde hace 25 años. Cuenta que vivir con Rorro la volvió antiespecista y vegana. Dice: “Los gatos y gatas nos recuerdan la parte sujeto de todos los seres vivos y su derecho al buen vivir. Para las feministas, los gatos son el índice de insubordinación de quienes no se someten ni aceptan el dominio humano egologofalocéntrico colonial capitalístico. Son la fuerza de la naturaleza en rebeldía, la promesa de redención y sanación del mundo. Tal vez por eso los gatos fueron masacrados durante la quema de brujas junto con sus compañeras humanas, atribuyéndoles poderes satánicos. Los gatos no registran el antropocentrismo y desprecian las normas del mundo humano, volviéndolas extrañas para nosotres mismes. En ese sentido, los gatos, como especie que fue deviniendo de compañía, nos permiten ensayar una salida de la relación de dominio con la naturaleza y vivir nuevos vínculos de horizontalidad creativa y colaborativa para la vida en común”.

La socióloga feminista María Pía López dice: “Donna Haraway, en Seguir con el problema, agita la consigna menos bebés y más parientes de toda especie, para combatir tanto la lógica familiarista asociada a la propiedad -la responsabilidad y la herencia- como la expansión de la población humana hasta el agotamiento del mundo. Allí, Haraway piensa en parentescos y cooperaciones. Es importante que esos vínculos no se piensen desde el dominio humano y la propiedad -mi perro, mi gato, como integrante de ese modelo familiar- sino como relaciones en las que también los animales construyen la cotidianeidad y la amistad con los humanos”.

Siguiendo esta línea de pensamiento, María Pía cuenta que cada gato establece un vínculo singular con sus parientes humanos. Ella los tuvo ariscos y temerosos y Theo, el conviviente de este tiempo es, antes que nada, amoroso: “Pide atención y caricias a cada momento. A quienes vivimos con él y a quienes nos visitan. Incluso a personas que tocan el timbre para algo puntual, como traer soda o las expensas, él las saluda enfático y cariñoso: se les arroja a los pies para que le acaricien la panza. Y si vienen amigas, amigos, a pasar un largo rato, suele adoptarles”.

Vivir juntes

Dejar de lado la idea de mascota y pensar a las especies compañeras de un modo diferente. Vivir bien y juntes como seres de la Tierra con los no humanxs. Tomar de ellxs aquello que nos ofrecen y darles lo que tenemos para dar. Mar Fuentes ama a lxs gatxs. Desde Los Ángeles, donde es docente, cuenta que su gatx Malabar salió de Facebook. Una estudiante los daba en adopción. Dice que Malabar la eligió a ella. Se le acercó como diciendo “llévame”. Once años más tarde de ese encuentro, dice que desde que llegaron lxs gatxs a su vida, conoció la compañía, el silencio, la inteligencia y la suavidad de les gatis. Mar piensa que el tema de lxs gatxs está metido en su historia de migrante. “La relación con nuestras especies compañeras tiene que ver con no sentirnos solos. Reponen eso más básico del afecto y sé de muchos estudiantes que viven con más de une”.

¿Por qué son una especie compañera? ¿De qué manera cultivamos los modos de vivir con ellxs? María Pía habla de Theo: “No solo es amoroso sino sabio y lo que más sabe es acompañarte cuando estás triste o enferma. En esos momentos, se queda pegado y a upa para cuidarte. Otras veces es tiránico y se enoja con los dispositivos tecnológicos o con los libros y los tira al piso, para reclamar atención. Suelo reírme mucho con él, incluso cuando interrumpe las clases y reuniones por zoom o tira cosas para llamar la atención”. Euge Obermeier vive en Quilmes y tiene 33 años. Hace 8 que cohabita con un felino, Willy, y dos perras Rubí y la Tota. Fueron limando las asperezas de la convivencia hasta que se entendieron. Cambiaron varias veces de locación, están todes más grandes y los vínculos se fueron modificando. “Y ni hablar de mi presencia constante en casa a partir de la pandemia. No siento acertado decir que vivo sola, porque a pesar de ser la única humana, estoy muy bien acompañada.” A su perra Rubí, la trajo un perro al que le daban de comer entre varias vecinas. “Se apareció un día en la puerta de casa, como siempre hacía cuando quería comer, pero esa vez vino acompañado por una perrita muy chiquita que se quedó sentada a su lado. Cuando volví para darle el alimento, el perro se fue, y ella me miró y entró a la casa. Una atrevida, pensé, pero donde comen tres, comen cuatro”. Euge dice que no podría referirse a elles como sus mascotas, porque siente que ese término les queda chico y les pone en un rol que no es el que realmente ocupan. “Desarrollamos con los años un vínculo de entendimiento y cuidado mutuo que no cambiaría por nada en el mundo. Y es recíproco: una para todes y todes para una”.

Cuando Tito, el gato de Kiki se perdió en Rosario, la búsqueda fue intensa. Pusieron carteles y hablaron con vecinxs de toda la manzana. “Los del pasillo en el que vivo estaban muy tristes, a cada rato preguntaban, hacíamos hipótesis, pensábamos estrategias. Una mañana mi vecina Edi me dijo que sentía que maullaba no muy lejos de su casa. No sabíamos de dónde venía el sonido, era desesperante. Finalmente entendimos que Tito estaba en un galpón lindero. Empezó a maullar cada vez más fuerte y más cerca del patio de Edi. Su hijo propuso trepar una escalera en el muro donde se escuchaba el maullido y usamos un flotaflota para ver si Tito podía enganchar sus garritas. ¡Lo hizo! Y atravesó una pared para volver con nosotros”.

¿Cómo nos despedimos de estas presencias cuando sus vidas se terminan? María Pía responde: “Pepe, el gato con el que convivíamos antes, vivió 20 años. Un día nos levantamos, vinimos a la cocina, él estaba ahí y me miró. Le dije a G.: hoy se muere. No había indicios previos. Pero no se podía levantar y estuvimos todo el día acompañándolo, con visita incluida de una veterinaria y fallido intento de medicación, hasta que a la nochecita murió. Él lo sabía y quizás lo único inútil fue nuestro tonto intento humano de ponerle suero y darle un pinchazo que lo aterró. Cuento esto porque creo que la sabiduría de lxs gatxs es muy profunda y hay que dejarse enseñar o dejarse aprender. En general, el modo propietario de pensar el vínculo con los animales con los que convivimos tiene la idea de adiestramiento, para que se adapten a costumbres humanas, y quizás sea más interesante estar en esa zona intermedia, en la que no los convertimos en un sustituto de los humanos que nos faltan sino en una diferencia que nos interroga”.

Preguntarnos por los encuentros humanxs – no humanxs implica reconocer a los seres de otras especies como presencias significativas en nuestras vidas, junto a quienes evolucionamos y co-habitamos un espacio común. Bartolina llegó a la vida de Andrea González, en la Comarca Andina, el 10 de noviembre de 2019. La gata llegó junto a la noticia del golpe de estado en Bolivia. “No dudé en llamarla Bartolina. Se dice de Bartolina Sisa que dedicó su vida a luchar contra la opresión, buscando la libertad y una vida digna para su pueblo, en tiempos donde tales utopías eran veladas para nuestro género. Un 10 de noviembre también, hace 4 años ya, partió mi madre. Con la decisión de irse lo más rápido posible, en un sueño en el que el sufrimiento no la atormentara. Libre. Así que Bartolina es mi compañera de libertades, de autonomías, de amores y cuidados”.

En plena pandemia, Tilo llegó a la vida de Belén Grosso. Corría mayo del 2020, y la decisión de adoptar fue fundamental para poder conectar con los cuidados y las caricias. Fueron tiempos en los que la decisión de vivir sola, que tanto disfrutaba de a ratos pesaba. Belén es acompañante de abortos y fue difícil atravesar el aislamiento. “De repente no podíamos ver a nadie más presencialmente. Eso generó mucha angustia y una sensación de vacío importante. Eran tiempos de aprender a cuidar de otra manera, eran tiempos de preguntas. ¿Cómo hacemos para no prevenir actos de ternura y amorosidad?” Ahí apareció Tilo. Una amiga la llamó y le contó que una señora daba en adopción dos gatites. Belén la esperó con alimento, piedritas, litera, un plato para el agua y otro para la comida. “Los gestos de cuidados me salvaron en esa primera etapa de aislamiento. Acaricio a Tilo que, creo, me agradece cuando me mira fijo con sus ojos redondos y grandes. Me espera cuando salgo, me ve abrir la puerta cuando llego y se pone panza arriba para que la acaricie. Juega con pelotitas que le armo con bolsitas de residuos. Mantiene una distancia óptima y sólo se deja acariciar cuando ella lo desea”.

En este tiempo pandémico habitamos más nuestros hogares y las relaciones con las espacies compañeras se intensificaron. Desde Tucumán, Nati habla de sus gatas Leda y Peperina, sus compañeras de casa. “Además de no entender qué hacíamos en sus casas, hemos agudizamos la observación para responder un poquito a la pregunta de qué hacen ellxs mientras no estamos. En este tiempo he hablado con ellas más que antes, hemos dormido enroscadas más que antes, hemos visto películas juntas y series completas en el sillón, que ya casi ni me importa que esté lleno de pelos, total después con la cinta scotch los pelos salen de todos lados”.

Alexandra Suazo vive en Tegucigalpa, Honduras. Es activista independiente por el Derecho a decidir y trabaja coordinando proyectos de Ciberfeminismo y justicia económica para las mujeres en la organización feminista CEM-H. Vía e-mail cuenta que vivir en Honduras es bien difícil, posiblemente más agotador mentalmente que en muchos países de la región. Por eso, de su gata Mía, no duda en decir que le proporciona tranquilidad. “A veces la veo de espalda mirando la ventana y necesito abrazarla, la abrazo 20 segundos y eso me hace sentir tranquila”. Y agrega: “Mía me enseña entre muchas cosas a vivir desde la independencia y la paciencia (cualidad que estoy empezando a desarrollar), y me está enseñando a descansar ya que convivo con el insomnio desde los seis años. Cuando ella duerme nosotres tratamos de no hacer ruido. Hay una relación de respeto mutuo y en ese andar nos vamos conociendo y relacionándonos día a día”.

La vida de Johana gira alrededor de dos pilares fundamentales: el feminismo socorrista, y lxs animales. Toda su vida convivió con animales, son parte de su crianza. Pero lxs gatxs… “Son mi especie de compañía preferida”, dice desde la ciudad de Neuquén. Convive con cuatro gatxs y además su casa es hogar de tránsito. “Levanto de la calle y algunas veces me he llevado de alguna vivienda cuando están en mal estado. Perdí la cuenta de la cantidad de gatis que han pasado por mi vida. He tenido camadas de bebés que crié a mamadera, con todo lo que ello implica: levantarme cada 2 horas a darles leche, estimularles para que orinen, lavarlos, cuidarlos, darles calor y amor. Soy de las que llevan y traen a esterilizar o castrar y a consultas veterinarias, sumando deudas abultadas que no reniego de pagar. En el auto, bolsita de alimento y una jaula transportadora por si aparece alguno”. Johana afinó visión y oído y puede escuchar cuando hay alguno llorando. Está siempre alerta y reconoce si los sonidos son de una pelea, si está en celo o si es unx bebé. “Aprendí a leer sus conductas, a respetarles, a darles tiempo y espacio”. Salta paredones, rejas, trepa árboles, lo que sea necesario cuando necesitan ayuda. “No siento que sea una obsesión, sensibilizarme, cuidar, evitar la crueldad es un acto de amor, no desde la superioridad humana, sino desde el respeto.”

Luz trata de ordenar las historias en su cabeza desde que se mudó de la casa de su madre y su padre, hace casi diez años. Mitox tiene 9 y Atena 7. Esos gatxs son sus vínculos más duraderos. “Viven conmigo desde antes de que pudiera decir que soy feminista, desde antes de que me hiciera cargo de no ser heterosexual. En un momento, éramos cuatro en casa, porque estaba Ninna, que falleció hace 3 años y la traigo porque una vez les miraba y me di cuenta que había un poco de mi personalidad en cada une de elles. Me reconfortó verles como espejo”. Atena terminó exigiendo una silla al lado de la de Luz para pasar junto a ella las 8 horas diarias que está sentada frente a la computadora, entre cursada y trabajo virtual. “Se pone delante de la pantalla como diciéndome: ‘Parate, juguemos, después volvés’.”

Para concluir, la periodista Dahiana Belfiori dice: “Lo que puedo decir es que Tina me importa y eso hace que su presencia me afecte y me transforme. Le presto atención a lo que hacemos juntas, una especie de baile o conversación hecha de gestos y posturas que involucran modos mestizos de los lenguajes que compartimos. Intento descifrar sus manifestaciones de placer y desagrado. Incluso cuando muchas de sus vidas se me vuelvan cada vez más enigmáticas, sigo ensayando una conversación que supongo interesante para ella: no se fue de mi lado y cuando lo hizo, teniéndome en vilo durante minutos que sentí horas, decidió volver. Caminamos juntas y siento que puede ser feliz. No tengo otro modo de describir la entrega que a veces sucede en su cuerpo y que me regala para hacer evidente su confianza”.

F/Pagina12