Amigo de Trump y Clinton: Un pacto judicial evita que declaren las mujeres víctimas del multimillonario Jeffrey Epstein

En esta época en la que se vocifera de todo y por todo –que se lo digan al presidente Trump, que dicta sentencias de cárcel en Twitter–, un grupo de mujeres ha de volver a callar. Otra vez humilladas.

Les impidieron hablar hace un decenio, cuando eran adolescentes y víctimas de abusos sexuales, y, pese al cambio que representa el movimiento #MeToo, ayer fueron silenciadas de nuevo.

Un acuerdo judicial a última hora en el tribunal de West Palm Beach (Florida) cerró el conflicto entre los abogados del depredador sexual Jeffrey Epstein, de 65 años, el multimillonario que cuenta entre sus amigos a Donald Trump o el expresidente Bill Clinton, y los letrados de las agredidas. El pacto se selló justo antes de que se iniciara la selección del jurado.

 

 

Aunque este pleito civil era un asunto entre abogados, el juez aceptó que por el estrado de los testigos aparecieran algunas de las mujeres que sufrieron los zarpazos de Epstein siendo poco más que unas niñas.

Esta iba a ser su primera declaración pública, después de que en su día quedaran al margen por un extraño pacto de poder, con la intermediación clave de Alex Acosta, entonces fiscal jefe del sur de Florida y hoy secretario del Departamento de Trabajo en la Casa Blanca. Epstein se calcula que reclutó de 70 a 80 menores para sus sesiones de masajes. A otro le habría caído cadena perpetua, pero él llegó a un pacto por el que le impusieron sólo trece meses. Los cumplió en un penal estatal y salía seis días a la semana durante doce horas para ir a sus oficinas y proseguir con sus inversiones.

La de este martes suponía la ocasión de saber desde dentro cómo funcionaba la red de captación de menores de este rico inversor e, incluso, sus posibles compañeros de fechorías. Tenía muchos y muy conocidos. Bill Clinton era pasa­jero habitual de su avión, apodado Lolita Express. Trump figuraba en esa lista y el hoy presidente ase­guró, al referirse a su colega Epstein, que “es un hombre al que le gustan las chicas bonitas como a mí, y muchas están en el lado más joven”.

 

 

El juez dio ayer las gracias a las mujeres que habían acudido a testificar “por el coraje mostrado al dar este paso adelante”, remarcó el magistrado Donald Hafele.

Continúa el silencio, al menos por ahora. Por supuesto, hubo dinero, una cantidad sin precisar. “El pedófilo a escala industrial Jeffrey Epstein paga para mantener calladas a unas cuantas de sus víctimas”, señaló Jonathan Swan, del portal Axios.

“Esto no es un compromiso, esto es una rendición de Jeffrey Eps­tein”, afirmó el abogado Bradley Edwards, representante de las mujeres y al que los contrarios acusaron de hinchar el número de implicadas. Scott Link, uno de los letrados del millonario, leyó en la sala un comunicado firmado por Epstein. “Sinceramente pido disculpas por las alegaciones realizadas contra Edwards”. Esto es, se disculpó ante el abogado pero no ante las que fueron sus presas.

El caso Epstein, que abarca del 2001 al 2007, se zanjó en el 2008 con una condena leve y el logro de cerrar la boca de las víctimas. Pero en vísperas de este nuevo juicio, ayer frustrado, la reportera Julie Brown ha publicado en el Miami Herald una investigación que le ha llevado un año y con la que ha conseguido que ocho víctimas de Epstein hablasen con ella. Una es Virgnia Roberts, que en una declaración jurada ya confesó haber tenido relaciones sexuales con el príncipe Andrés de Inglaterra –uno de los amigos del depredador– y con Alan Dershowitz, uno de los abogados de Epstein –ha reconocido que todavía trabaja para él como asesor– y reconocido defensor público de Trump.

 

 

En el Herald se indicó que en el 2007, cuando Epstein se enfrentaba a una imputación federal, el fiscal Acosta llegó a un acuerdo con sus defensores. Epstein se declaró culpable de dos cargos de prostitución a menores.

Este pacto estatal impidió una pena más extensa y evitó que el FBI pudiera investigar.

“La perversa buena fortuna de Alex Acosta consiste en formar parte de una administración tan corrupta que es imposible prestar la atención que se merecen a todos los escándalos”, escribió ayer Michelle Golberg en The New York Times. Epstein reside entre lujos en su isla privada.

F/lavanguardia.com
F/AP