Por Pablo Fernández B|Amnistía: escupir el dolor ajeno (Opinión)

El Parlamento adeco burgués continúa en su empeño por aprobar una ley de impunidad y amnesia colectiva, que les permita retornar al país o salir en libertad a un grupo importante de sus seguidores, involucrados en todo tipo de crímenes y delitos contra la Nación; esto irrespetando el legítimo derecho a la justicia que asiste a las innumerables víctimas de la irracionalidad, criminal y apátrida, que ha marcado el accionar opositor desde que la Revolución Bolivariana llegó al poder.

La pretendida ley de amnistía ha sido vendida con bombos y platillos en foros internacionales en los cuales estos actores de oposición son muy dados a participar; tanto los legisladores de la MUD como una pléyade de actores que los apoyan.

Lo cierto es que, en esta inevitable confrontación entre la búsqueda de la justicia para el pueblo herido y las triquiñuelas en pro de la impunidad más vergonzosa, se mueve toda una pugna entre dos concepciones profundamente antagónicas de lo que se entiende por “derechos humanos”.

La instrumentalización del tema de los derechos humanos por los sectores de la oposición política, las ONG de DDHH que le son aliadas (nacionales e internacionales), el Gobierno de Estados Unidos y, las corporaciones mediáticas internacionales, han generado una matriz con un objetivo evidente y carece de novedad: promover un régimen de visibilización selectiva de la situación de los DDHH en el país, que apunta a deslegitimar el proceso de cambios iniciado en 1998.

Los DDHH son vaciados de su contenido protector de la dignidad humana, y convertidos en instrumento para lograr un objetivo político. Ya lo decía, incluso, una de las ONG transnacionales que hoy aúpa esta impresentable propuesta opositora, en el año 2003: “…las partes en conflicto solo se han referido al tema de los derechos humanos para atacarse y desacreditarse mutuamente […] el discurso de derechos humanos ha sido apropiado, instrumentalizado y desnaturalizado por sectores del gobierno, de la oposición, incluso los medios, para convertirse en un arma más de polarización y enfrentamiento”.

Toca hoy, como en otros tiempos, poner las cosas en su justo lugar, condenar y neutralizar cualquier intento manipulador de esos sectores opositores, que se pretenden atribuir la “defensa de los DDHH” para, cual caballo de Troya, diseminar en la sociedad la idea de que sus criminales de cuello blanco y no tan blanco son intocables. ¡Acá los intocables se acabaron!

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