Andrés Briceño: La llama del jazz somos los músicos

Andrés Briceño es un percusionista de destacada trayectoria y reconocido nacional e internacionalmente. Ha compartido escenario con grandes ejecutantes del jazz y sus variantes venezolanas. Además, se ha dedicado ampliamente a la docencia musical dentro del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, desde donde ha contribuido en la formación de nuevos músicos de alto rendimiento.

Desde hace más de 10 años dirige la Simón Bolívar Big Band Jazz, agrupación pionera de los programas de expansión hacia géneros musicales populares que lleva a cabo el Conservatorio de Música Simón Bolívar, con la que ha participado en giras (Colombia, Estados Unidos y Francia) y a la que ha establecido como plataforma práctica en la enseñanza del jazz en el país, refiere una nota de prensa.

En entrevista, esta leyenda de la batería en Venezuela defiende al género en el que ha sabido brillar con sus baquetas.

-¿Qué es para usted el jazz?

-El jazz es libertad. Es improvisación, es jugar, es pasarla bien. También es compromiso y responsabilidad.

-Como baterista, ¿qué pudiera decir al respecto?

-La batería, conjuntamente con el piano y el contrabajo son elementos preponderantes, importantes. Jazz sin batería, no es jazz. En este género, como en todos, el ritmo es importante, al igual que la melodía y la armonía, que no se pueden desligar. De este modo, la batería se convierte en algo indispensable. En una banda de jazz, los bateristas son el soporte, por donde caminan o se mueven todos los demás instrumentos, bien sea el piano, el bajo, el saxofón, la trompeta, etcétera.

-¿Y el jazz en Venezuela? 

-El jazz en Venezuela ha tenido sus épocas. Hay protagonistas en los años 1950, 1960, podría mencionar a figuras como Aldemaro Romero, por ejemplo. Para hablar del jazz en Venezuela habría que diferenciar etapas, pero como baterista podría destacar que el instrumento fue protagonista a lo largo de su historia, con figuras como Sótero Rodríguez, Germán Suárez, Alfonso Contramaestre, Frank Hernández “El Pavo”, Alberto Naranjo, Ramón Carranza, Rafael Velásquez, y muchos otros, que aportaron al jazz en el país durante diferentes épocas e hicieron que el género subiera notablemente de nivel. Como el jazz siempre ha sido una música no radial, no comercial, son los propios músicos, con su pasión, lo que mantienen esa “llama”, son ellos los que tienen que tratar de luchar contra todas las modas comerciales. El jazz no es una moda que llega y se va. Permanece porque representa una historia imborrable dentro de la música.

-Y ya que menciona aquello de “mantener la llama”, ¿cómo motivaría a los jóvenes con el género?

-La única manera de mantener la llama en el jazz, de lograr que las nuevas generaciones que están muy lejanas se interesen en el género, es a través de la docencia, del aprendizaje y la práctica orquestal. Con la docencia, los profesores llevamos los elementos y facilitamos las herramientas a los estudiantes. La orquesta, en este caso la Simón Bolívar Big Band Jazz, que se formó hace 11 años, se ha convertido en la plataforma práctica de todos los jóvenes que no tenían dónde apoyarse.

“Décadas atrás las nuevas generaciones nunca tuvieron un big band de estas características, se solían reunir en pequeños bares o en cualquier espacio que pudieran adaptar y costear, por su propia cuenta, para los conciertos. Gracias al Sistema y al Conservatorio de Música Simón Bolívar, nosotros tenemos la locación, tenemos el apoyo para hacer este proyecto, y es el proyecto el que se convierte en la herramienta principal para que los jóvenes, a través de nuestra pedagogía, tengan al alcance los elementos para poder hacer jazz”, agregó el maestro.

“Como ya dije -finalizó Briceño- en el jazz, la llama somos nosotros los músicos, lo que hace que esto se mantenga son los músicos, los profesores, los amantes del jazz, los melómanos que asisten a los conciertos, todos ellos son los que hacen que esto realmente perdure en el tiempo”.

T/ Redacción CO
F/ Archivo CO
Caracas