Por Vladimir Lazo García|Ante la barbarie: ¡dignidad y cordura! (Opinión)

El domingo salimos a votar con esperanza y entusiasmo para elegir nuestros candidatos a diputados a la Asamblea Nacional (AN). Respondemos así a la guerra política y económica criminal cuya finalidad es desesperarnos y desalentarnos con el fin de acabar por la violencia con el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Pero hoy, como en el pasado, los venezolanos nos comportamos ante la barbarie con dignidad y cordura.

En abril del año 2002 realizamos una insurrección cívica, pacífica, soberana y patriótica, y restituimos al comandante Hugo Chávez en el Gobierno, y desde ese acontecimiento el origen del Gobierno y de la Revolución pasó de ser electoral a ser insurreccional, refrendado por múltiples elecciones posteriores. Acabamos con el golpe canallesco y la usurpación de Pedro Carmona, y restituimos la Constitución y nuestra recompensa fue la satisfacción que significa obligar a los bárbaros al respeto a la Constitución y al pueblo y seguir siendo gobernados por el comandante Chávez.

Durante 2002-2003 enfrentamos el saboteo de nuestra industria petrolera para destruir a Venezuela como país, y lo hicimos como se enfrentan las acciones canallas, resistimos con la misma dignidad de siempre, sin ejercer la violencia a la que teníamos derecho porque se trató de la primera y única estrategia de destrucción de Venezuela, organizada por el poder imperial de Estados Unidos, y ejecutadas por la derecha traidora criolla.

Resistimos hasta que los delincuentes fracasaron, y por la fuerza ética que nos confirió nuestro triunfo, ocupamos como pueblo revolucionario a Pdvsa que estaba en manos de los cómplices de EEUU, en su estrategia imperial con el fin de depredar nuestras riquezas. De no haber sido por el valeroso pueblo venezolano, desde el 2003, no tendríamos una patria. El 15 de agosto de 2004 los batimos en el terreno electoral, en el referendo por el que querían revocar el mandato de Chávez y gritaron desvergonzadamente ¡fraude!

En fechas más cercanas, el 7 de octubre del 2012, vencimos a los fascistas con el triunfo agónico del comandante Hugo Chávez; el 14 de abril de 2013, por la muerte de nuestro eterno Comandante triunfamos nuevamente con Nicolás Maduro, y el fascista Henrique Capriles desconoció los resultados electorales y llamó a sus rabiosos partidarios, agrupados en bandas criminales, a acciones de calles, con el resultado de 11 revolucionarios muertos por su llamado. El 8 de diciembre de 2014 el mismo Capriles llamó a un plebiscito en ocasión de la elección de alcaldes y gobernadores y lo derrotamos, obteniendo 20 de las 23 gobernaciones y una mayoría abrumadora de alcaldías.

Mes y medio más tarde Leopoldo López Mendoza, María Machado y Antonio Ledezma, llamaron a “la Salida” -por medio de la violencia pensaban desalojar al presidente Maduro del Gobierno-, y su llamado produjo 43 asesinatos y más de 800 heridos y la mayor secuencia de delincuencia y violencia de los últimos años, con destrucción de universidades, estaciones del Metro, asalto a instituciones públicas, incendio de jardines de infancia con niños dentro, etc., etc.

Estamos sometidos a una guerra en dos frentes, interno: escondiendo los productos y vendiéndolos a precios de robo descarado y, agrediendo las instituciones del Estado ideológicamente por sus medios de comunicación, y asesinando a quienes protegían a los diputados Freddy Bernal y Blanca Eekhout. Desde el exterior, la orden del presidente Barack Obama declarando a Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria”, que considera la oposición criminal su patente de corso para ejecutar sus acciones de traidores a su pueblo y a su patria.

Decir “su pueblo y su patria” es asunto puramente convencional. Si ellos reciben apoyos financieros y políticos de EEUU, enemigo declarado de Venezuela, significa que son funcionarios de ese país imperial, que trabajan para él y que en realidad su patria es aquella a la que son fieles y no Venezuela, a la que quieren destruir por órdenes de ese imperio.

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