Aquiles Nazoa, poeta de nosotros

Al celebrarse un siglo de su natalicio, Aquiles Nazoa permanece sembrado en el corazón de los venezolanos. Dedicó su vida a defender nuestra identidad e interpretó el sentir popular, a través de una extensa obra como poeta, dramaturgo, humorista, ensayista, periodista

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En el libro “Quiénes escriben en Venezuela”, diccionario de escritores venezolanos, obra de Rafael Angel Rivas D, y Gladys García Riera, se presenta a Aquiles Nazoa como poeta, ensayista, humorista, dramaturgo, erudito autodidacta. En general, casi todas las reseñas coinciden en señalar estas facetas que encuadran a Aquiles como hombre de letras. Otros agregan que fue periodista y que cultivó la poesía lírica y humorista, pero uno de los aspectos que mayor se resalta de Aquiles Nazoa es que fue un hombre profundamente compenetrado con el sentir del pueblo venezolano, defensor de la identidad nacional y un militante de las causas nobles. En ese sentido se afirma que en sus obras se expresan los valores de la cultura popular venezolana.

La escritora zuliana Lara Antillano, en un artículo publicado este año en el diario Ultimas Noticias, dice de Aquiles, que “El alcance de su obra es difícil de calcular, porque combina todos los géneros literarios y el espíritu de un investigador, cronista, humorista, siempre despierto ante su entorno y lo que estaba más allá también”.

Antillano describió a Nazoa como “Amante de la justicia, soñador, con alma de niño y corazón de héroe justiciero”.

Oro apunte relacionado con una de sus obras, indica que “ El venezolano Aquiles Nazoa «el ruiseñor de Catuche» es ampliamente conocido como humorista, poeta lírico, dramaturgo, ensayista y periodista. «Humor y Amor» —publicado por primera vez en 1970— es una recopilación de su poesía humorística, teatro para leer y breves narraciones. Se trata de su libro más difundido…Los textos aquí reunidos van dejando al descubierto cada uno de los pliegues del sentipensar de las tierras venezolanas. Nazoa sigue presente en la estridencia y la música de los autobuses, en los rostros de los ninguneados, en la cadencia de los tambores, en la alegría y en la esperanza”.

Aquiles Nazoa nació el 17 de mayo de 1920 en la barriada caraqueña de El Guarataro, parroquia San Juan. Sus padres, de escasos recursos económicos, fueron Rafael Nazoa, jardinero, y Micaela González. Su hermano Aníbal Nazoa, fue otro destacado periodista, humorista y poeta.

Aquiles Nazoa estuvo casado con Estrella Fernández-Viña Martí, sobrina nieta del escritor cubano José Martí. Ella fallecería de tuberculosis poco después del matrimonio. Más tarde, en 1949, contrae nupcias con María Laprea.

Ernesto Villegas, ministro del Poder Popular para la Cultura destacó recientemnete la importancia de promover la esencia de Nazoa y sus letras llenas de humor tradicional inteligente y transformador.

«Bienvenido sea este Centenario para abrir la botella y que el genio de Aquiles Nazoa se expanda con sus milagros, su poesía, con su humor inteligente y transformador. Con Aquiles Nazoa nosotros tenemos una gran oportunidad, con Aquiles Nazoa nosotros podemos llegarle con nuestro mensaje amoroso a todos los sectores», remarcó.

Asimismo, honró el legado de sus letras para afianzar la identidad nacional: «Si hay que agradecerle a Aquiles Nazoa es que nos da identidad, nos da cohesión, nos da además un buen pretexto para apropiarnos de las dinámicas culturales que espantan el ocio, la violencia».

Entre las iniciativas con motivo del centenario, además de las obras de Aquiles, el propio presidente Nicolás Maduro, invito a la lectura de “El Credo”, una de las piezas más famosas de Nazoa.

El Credo es un hermoso canto y de compromiso con la vida. Allí dice Nazoa:

“Creo en Pablo Picasso todo poderoso creador del cielo y de la tierra/ Creo en Charles Chaplin hijo de las violetas y de los ratones/ Creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable/ Creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos cristales/ Creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa/ Creo en la cualidad aérea del ser humano/ Creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente debajo de la almohada de mi niñez, creo en el sortilegio de la música/ Creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia/ Creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar/ Creo en el perro de Ulises/ y en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas/ en el loro de Robinson Crusoe/ y en los ratoncitos que tiraron del carruaje de cenicienta/ Creo en la amistad como el invento más bello del hombre, creo en los poderes creadores del pueblo, creo en la poesía y en fin, creo en mí mismo puesto que sé que alguien me ama”.

El pasado domingo 17 de mayo, el presidente Maduro volvió a recordar al poeta en un mensaje por tuit: “Celebramos el centenario del natalicio de nuestro Aquiles Nazoa, el eterno poeta del Guarataro que sigue en la sonrisa del pueblo humilde que defiende el humor por encima de las dificultades. En su honor, felicitamos a nuestros poetas y poetisas en el Día Nacional de la Poesía”.

Vida y obra

Laura Antillano en la nota mencionada relata un pasaje ocurrido en el Zulia en la casa de sus padres.

“Como amigo cercano a mis padres, Aquiles nos visitaba con frecuencia en Maracaibo: hacía cosas insólitas para ello. Recuerdo un día en que lo fuimos a buscar al aeropuerto y él venía muy entusiasmado, porque acababa de terminar un cuento y quería que le escucháramos leerlo; nos reunió a toda la familia en la sala de la casa de El Milagro y allí, con solemnidad en su lectura emotiva nos leyó nada menos que Historia de un caballo que era bien bonito”.

“Recibidos los aplausos y comentarios celebratorios dijo que tenía que regresar a Caracas. Esa escena no la olvidaré y es un recuerdo significativo del concepto que Aquiles tenía de la amistad como un acto de complicidad que genera cosas hermosas y cercanías inviolables”, señala la autora de “La luna no es pan de horno”.

En el prólogo al libro “Los últimos poemas de Aquiles Nazoa. Amigos Jardines y recuerdos”, editado en 1978 por la Corporación Venezolana de Guayana, Argenis Gamboa, para entonces presidente de esa institución, menciona a Aquiles Nazoa como “Uno de esos compatriotas que vibró en el alma de nuestro pueblo, al que hizo reír o enternecer con sus poemas, traductores de las más recónditas raíces de la sensibilidad y la gracia de la gente venezolana”.

El libro incluye además una crónica del escritor y también poeta Rafael Pineda titulada “Adiós a Aquiles Nazoa”. Un juego de más de 50 fotografías muestran al poeta de El Guarataro junto a grandes figuras del arte venezolano de la época, ya sea en Caracas o en La Habana. Allí aparece Aquiles junto a Raúl Esteves, Héctor Poleo, Lourdes Armas, Rafael Pineda, Carlos Dorante, Alicia Alonzo, Alejandro Otero, Simón Díaz, su hermano Aníbal, Fruto Vivas, Sergio Antillano, Carmen Palma, Elizabeth Schoen, Colette Delozanne, Juan Bosch, María Teresa Castillo, Lourdes Salazar.

Los datos biográficos refieren de Aquiles que siendo un niño de 12 años comienza a trabajar para ayudar a la familia. Desempeñó múltiples oficios, desde aprendiz de carpintería, telefonista, botones del famoso hotel Majestic, de Caracas, empleado de una bodega, hasta que entra a trabajar en diario caraqueño El Universal.

Por su cuenta aprendió inglés y francés lo que le facilitó obtener un puesto como guía turístico en el Museo de Bellas Artes de Caracas.

Por aquellos años, el diario El Universal lo envía como corresponsal a Puerto Cabello.

“Un artículo en el que criticaba la indolencia de las autoridades locales en la erradicación de la malaria le acarreó una demanda del Concejo Municipal de Puerto Cabello y su posterior encarcelamiento en 1940.Luego de ser liberado regresa a Caracas, donde ingresa a trabajar en la emisora Radio Tropical y mantiene en El Universal una columna titulada «Por la misma calle». Durante este tiempo es incorporado al diario Ultimas Noticias comenzando a publicar sus poemas humorísticos en la sección «A punta de lanza», firmada con el seudónimo «Lancero». También en este período se incorpora al semanario satírico El Morrocoy Azul donde desarrolla sus dotes como humorista, publicando con el seudónimo de «Jacinto Ven a Veinte», sus poemas Teatro para leer”, indica la reseña.

Manuel Pérez Vila apunta en una nota biográfica sobre Aquiles Nazoa que a “A partir de agosto de 1943, empieza a colaborar en el diario El Nacional. El mismo año publica en Caracas 2 breves opúsculos, Aniversario del color, poesías y Método práctico para aprender a leer en VII lecciones musicales con acompañamiento de gotas de agua, poemas infantiles en prosa con viñetas del propio autor. En 1945, también en Caracas, aparece su libro El transeúnte sonreído. Durante esos años, colabora igualmente en las revistas Élite y Fantoches, la segunda de las cuales dirige por algún tiempo. A fines de 1946, se acerca al Partido Comunista y, al parecer, se inscribe en él. En 1948 obtiene el Premio Nacional de Periodismo en la especialidad de escritores humorísticos y costumbristas. En 1950 aparece su libro El ruiseñor de Catuche; ese mismo año publica Marcos Manaure, idea para una película venezolana, con prólogo de Juan Liscano”.

Además de sus obras poéticas, Nazoa publicó monografías y estudios como Cuba, de Martí a Fidel Castro (1961) y también ensayos como Caracas, física y espiritual (Caracas, 1967), obra que ganó ese mismo año el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal y trabajos de crítica de arte (Mirar un cuadro, Humorismo gráfico en Venezuela); .

Las historias de la abuela

Rafal Pineda en “Su adiós a Aquiles Nazoa”, apunta que ”En las páginas de la Vida privada, y en tantos de sus poemas, los más líricos y los más jocosos, ya Aquiles nos relata su infancia: “Mi niñez fue pobre, pero nunca fue triste; fue más bien pensativa y serena y en muchos aspectos fue en la realidad tan hermosa como lo revivo en la memoria . Para poblarla de fantasía, yo contaba con la amistad entrañable de mi abuela que en su colorido castellano de isleña de El Hierro, sabía contar tan extraordinarias historias como la de su viaje de Tenerife a La Guaira en un barco de vela azotado por los furiosos vientos del Atlántico.

“Ella vivía”, continúa el relato de Aquiles, “con mis dos tíos que eran panaderos y debían dormir de día porque trabajaban de noche, de modo que la casa estaba siempre sumida en un silencio de siesta,, propicio para que mi abuelita contara en voz bajita sus largas historias, y también oír viejas canciones de otras tierras, que ella cantaba mientras pelaba sus papas, con una voz casi susurrada. Con ella tenía yo también a mi padre, que era un temperamento sencillo y poético, ciclista que amaba las excursiones dominicales al campo, a las que yo siempre lo acompañaba. Algunos domingos nos íbamos al pie del Avila, y por las tardes volvíamos cargados de flores, de moras, de duraznos o de plantas de anís o de romero. Otras veces los paseos eran por la ciudad. En la mañana nos íbamos a pie hasta la plaza Bolívar o hasta el mercado de San Jacinto, tomábamos helados en La Francia y, si nos aburría la retreta matinal, subíamos al tranvía de El Paraíso o del Central, o nos +íbamos para Sabana Grande que era mi paseo favorito porque el recorrido desde la Estación Central se hacía en un fantástico tranvía de dos pisos”.

Aquiles Nazoa falleció en 1976 en un accidente de tránsito en la Autopista Regional del Centro, a la altura de Maracay. Su inesperada muerte enlutó al país.

“El entierro de Aquiles”, escribió Rafael Pineda, “duraría siglos: de la funeraria al Concejo Municipal, a la plaza Bolívar , a la Universidad Central, al Cementerio General del Sur, donde el acordeón humeante de Aquiles, sus muchos corazones, y el amor a Venezuela para el cual vivió exclusivamente, quedaron sepultados bajo una gigantesca montaña de flores…”.

T/ Manuel Abrizo
F/ Archivo CO
Carcaas

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