Por Maximiliano Pedranzini|Argentina: 40 años por memoria, verdad y justicia (Opinión)

Se cumplen 40 años del golpe de Estado más sangriento que haya conocido la historia argentina sucedido un 24 de marzo de 1976, y en estas cuatro décadas transcurridas nos queda la memoria como nuestra última trinchera para luchar contra los enormes ejércitos de la impunidad, antes encabezados por militares y ahora coordinados por civiles desde las bases mediáticas y financieras.

Estos 40 años no han pasado todavía en la vida de los argentinos. Siguen alojados en la conciencia histórica, hincando con perseverancia la experiencia de un pueblo que no termina de superar cada uno de esos años que retornan remozados en estos tiempos democráticos.

La espina más fuerte clavada en el corazón de la sociedad argentina ha sido el plan económico creado por el exministro de facto José Alfredo Martínez de Hoz, anunciado el 2 de abril de 1976 que inauguró oficialmente el neoliberalismo en el país teniendo como resultado la destrucción del aparato productivo, la reprimarización de la economía, la desregulación del mercado, la liberalización del sistema financiero que generó una especulación descontrolada, el endeudamiento externo, la reducción del salario real e incremento del desempleo que trajo consigo la represión, persecución y asesinato de trabajadores, la prohibición del derecho a huelga y la intervención militar de los sindicatos. Estas medidas han producido no solo un genocidio social, sino también un genocidio económico que tuvo sus consecuencias en varias generaciones.

El terrorismo de Estado se ha reproducido en los planos social, político, económico y financiero con miles de detenidos torturados y asesinados, con 30.000 desaparecidos y condenando al pueblo al hambre, la pobreza estructural y la sujeción extranjera, y como dijera el mismo Martínez de Hoz en su discurso inaugural como ministro: “Se abre (…) un nuevo capítulo en la historia económica argentina.” Vaya si se abrió un nuevo capítulo, que tendrá una larga continuidad en las décadas posteriores con la consolidación del modelo tras el regreso de la democracia y la adopción servil del Consenso de Washington. Y la historia parece volver a repetirse, esta vez como farsa.

Treinta mil no son solo un número que forma parte de las frías estadísticas de la historia latinoamericana: representa un símbolo de lucha y resistencia contra la opresión y el autoritarismo; un símbolo que deja traslucir la imperiosa necesidad de tener memoria, no únicamente para conocer el pasado, sino para resolver las deudas que de éste provienen, y la manera de lograrlo es con verdad y justicia.

revistacompanieros@gmail.com