En la Escuela de Comunicación Social de mi U-U-UCV tenía un profesor que solía decir que los mejores titulares son los voceados por lo pregoneros, quienes en tan solo dos o tres palabras resumen lo que al periodista le toma el párrafo completo.
– ¡Subió el pasaje!, exclama el vendedor de periódicos callejero, mientras el experimentado comunicador social invierte tiempo, tinta y papel para decir que «el gobierno autorizó incremento en tarifas del transporte público».
Escribir corto suele ser más laborioso que hacerlo largo. Creo que era Goethe quien se excusaba por haber redactado una carta muy extensa: «…para una corta, era su disculpa, me ha faltado tiempo».
Pienso en todo ésto mientras me traslado en el Metro y escucho los «titulares» con los que los vendedores informales ofrecen golosinas a los pasajeros, haciendo equilibrios entre los vagones, malabares con sus chucherías y acrobacias con el lenguaje, superando con creces la economía de palabras recomendada por mi profesor al momento de titular.
– ¡Deleita tu paladar!, y saca del bolso un paquete de caramelos masticables, ¡llévatelo 3 X 2!, y oferta el trío de chocolates, ¡combate el mal aliento!, y exhibe salvador la bolsita con pastillas de menta.
Ni una palabra de más, ni una de menos. Discurso breve, preciso, fiel y, sobretodo, interesante. La mercancía vuela. La comunicación surtió su efecto.
Propongo formalmente la creación de una materia, seminario o taller en el que nuestros eficientes comunicadores que nos acompañan a diario en el Metro, nos instruyan en el complejo y muy necesario arte de decirlo todo, rápido, con efectividad (y sin caerse).