Por Ana Cristina Bracho|Educación privada (Opinión)

Toda sociedad tiene mitos y leyendas. Los mitos como los fantasmas ayudan a disciplinar al pueblo, a llevarlo a hacer y dejar de hacer lo que desean quienes los generan.

Por la vía del mito religioso se obtiene el poder de la Iglesia, por la vía del mito del conquistador se asegura la Colonia y por el mito del mercado y la privatización se aseguran que el servicio público sea un ser de poca y condicionada existencia.

Por ello alguna gente prefiere una paupérrima clínica a un Centro de Diagnóstico Integral (CDI), una escuela en una casucha a una Escuela Bolivariana porque asocia el tener que pagar con el nivel de esfuerzo y quizás de cariño.

Es en este esquema en el que se escuchan suspiros orgullosos de padres que cuentan cuánto tuvieron que sudar para la matrícula de sus hijos y es hoy a ese sector de nuestra más amplia clase media al que se le vienen clavando puñales con los costos que algunos han inventado.

Es una cuestión compleja porque pese a ser víctimas para ellos nuestros destacados y laureados sistemas públicos no son ni considerables y prefieren cualquier escarnio que ir a la nueva educación.

Sobre este tema surge con frecuencia el mito de los paros; sin embargo, buen ejemplo fue el comienzo del año para entender que cuando el patrono lo ordena se para la universidad autónoma y la universidad paga.

Este tema tiene una dificultad suplementaria puesto que los dueños de las universidades tienen la fama de ser doctores, señores de cuidada moralidad que tienen a cargo el perfeccionar personas que adularán el dinero y entenderán que gastar es la manera de querer y que si el Estado intenta algo, seguramente lo que logrará será arruinarlo.

Este tema que está como esperando un cuento de la Carola Chávez me lleva a pensar que no entendemos del todo que la educación es un derecho y como tal es el Estado el obligado a cumplirlo y a defenderlo.

Valdría la pena preguntarse, entonces, si alguien ha notado como han proliferado misteriosas casas de estudios que gradúan gente en cosas extrañas que parecen no servir para gran cosa, e, incluso, si hay sectores o especificidades no nos caben en nuestro sistema público. Pues, al parecer, esos pasillos con códigos de empresa cobijan también trabajadoras y trabajadores que, fuera de horario de oficina, buscan seguir creciendo, siendo éstos quizás los que en primer lugar estamos llamados a atender.

Con caras sonrojadas de rabia tocará entender que por muy sifri que se la uni, estará siempre bajo el imperio de leyes que hablan de una educación liberadora y hasta popular; que no existen desarrollos educativos que puedan vivir flotando fuera de la órbita de las necesidades nacionales o destapar el misterio; tras tanto mito, los profesores de las autónomas se comparten las horas con las privadas y estas esconden infames negocios y pasados.

@anicrisbracho

BRAVO PROFESORA ANA CRISTINA BRACHO, ASI ES, HAY QUE SOMETER A ESAS UNI AL IMPERIO DE LAS LEYES Y QUE RESPONDAN A NUESTRAS NECESIDADES, HASTA CUANDO EL MITO A LA FULANA AUTONOMIA.