Por Marcelo Barros|Una nueva Navidad para el universo (Opinión)

La fiesta de Navidad coincide con el Solsticio del Inverno en el Hemisferio Norte y del Verano en el Sur. La memoria del nacimiento de Jesús quiso cristianizar las fiestas del renacimiento del Sol que, desde el solsticio, vuelve a brillar más fuerte.

En el mundo actual, con la crisis ecológica en que vivimos, tenemos que redescubrir esa dimensión cósmica de la celebración de Navidad.

El sentido más profundo de esas fiestas no es conmemorar el cumpleaños de Jesús, hasta porque nadie sabe el día exacto de su nacimiento. Al recordar que Dios reveló su presencia en un niño pobre que nació en Belén, creemos que Dios manifiesta su plan de ser presente en cada persona humana y en todos los seres vivos. La Palabra Divina que se hizo carne en Jesús es la expresión del amor divino no solo por las personas, sino por todo el universo. La Tierra, el Agua, el Aire y todo ser vivo son no solo el coro de los ángeles que hoy cantan Gloria a Dios, sino el presepio (establo/pesebre) vivo en lo cual Dios se muestra presente a nosotros.

Actualmente el mismo sistema de la vida en el planeta Tierra está amenazado. La tierra agredida, las aguas envenenadas, el aire contaminado, las florestas destruidas y muchos seres vivos en extinción.

Infelizmente muchos gobiernos y la sociedad internacional dominante siguen insistiendo en un modelo de desarrollo depredador de la naturaleza para lo cual la tierra, el agua y todo los seres vivos son simples mercancías.

En ese contexto es urgente volver a la intuición de los caminos espirituales que nos enseñan a acoger la tierra y la naturaleza como sacramentos de la presencia divina. Durante siglos, la teología cristiana parecía dividir el cielo y la tierra, lo natural y lo sobrenatural. La actual reflexión bíblica y la espiritualidad ecuménica han devuelto a los cristianos la conciencia de la sacralidad de cada ser vivo y de todo el universo.

Por eso es importante que en estas fiestas de Navidad de 2014 seamos testigos de que la Palabra Divina que se hizo carne en Jesús, nos da el Espíritu que “llena todo el universo y es principio de vida para toda creatura” (Cf. Gn 6, 17; Ez 37, 10 – 14 y Sb 1, 7).

Pablo nos hace ver que Jesús resucitado se manifiesta a nosotros como el “Cristo cósmico” que lleva a su plenitud toda la naturaleza creada por Dios. Así como los magos han reconocido en un niño pobrecito en Belén la presencia divina, nosotros somos llamadas y llamados a reconocerlo presente en la naturaleza amenazada. Que esa contemplación amorosa nos estimule a una defensa activa de la sustentabilidad del planeta y de la comunidad de la vida.

irmarcelobarros@uol.com.br