Me encontraba en un café en el recuperado Centro de Caracas disfrutando de una grata lectura, cuando fue perturbada mi concentración por los comentarios de un grupo de jóvenes entre 25 y 30 años que estaban en la mesa de al lado.
El grupo conversaba sobre lo difícil que es adquirir una vivienda e independizarse de sus padres, hubo uno que sacó la cuenta y dijo que solo cuanto tuviese 83 años podría alcanzar la meta. Naturalmente, con 83 años ya el hombre tendrá hasta nietos si es que decide echar semilla en este mundo.
Desde niños siempre te hacen las típicas preguntas cliché: ¿qué quieres ser cuando seas grande?; te afirman: “tienes que estudiar para que seas alguien en la vida, para que te compres tus cosas y te puedas mantener”; “lo mejor es que estudies medicina, ingeniería, algo que te de dinero para que tengas mejor estabilidad económica”, etc. En este sentido, y para seguir con las normas usted pasa por diversas fases académicas para “alcanzar” tan preciada meta.
Por lo tanto, no es de extrañar que te desarrolles creyendo que una vez alcanzado eso, podrás independizarte; sin embargo, a pesar de que en los actuales momentos supuestamente hay menos trabas para adquirir una vivienda, parece todo lo contrario. Si esa premisa fuese falsa, esos jóvenes reunidos en el café ni siquiera hubiesen tocado el tema.
A pesar de que es una realidad la Gran Misión Vivienda Venezuela, también es cierto que la misma beneficia a las personas que ya tengan carga familiar, entonces a dónde quedó eso que primero debes establecerte para luego formar familia, parece que es un idealismo pensar así.
Parece que el Gobierno Nacional debe comenzar a mirar a esos miles de jóvenes y no tan jóvenes que hasta ahora se les ha hecho cuesta arriba conseguir una vivienda, desarrollarse y tener una mejor calidad de vida en su propio país. Recordar que los llamaron “generación de oro” y no “generación devaluada”, que las condiciones deben ser aplicadas a todos por igual y no beneficiar solamente al sector más “desprotegido”.