Por Ramón Alirio Contreras|La banalidad del mal (Opinión)

Ni la serenidad habitual que los creyentes ponen de manifiesto en la Semana Santa, ni la algarabía que se apodera de los que toman los días de asueto han hecho mella en un pequeño, pero peligroso sector de la derecha venezolana. Ataviados de los símbolos cristianos, tal como las históricas Cruzadas que elevaron al cosmos numerosas almas, los terroristas de Venezuela asumen en las redes sociales y en su indumentaria la imagen de un Jesús que los protege y que ellos dicen ser su resistencia.

Se trata esto de querer poner en el bando de su irracionalidad la noción del bien, frente al mal socialista. En este sentimiento los acompañan en voz baja algunos con sotana, quienes se hubiesen regocijado de levantar la mano saludando al Fhürer, luego de dar un discurso contra los comunistas. Aplaudirían, o seguramente lo hicieron, el terror impuesto por Augusto Pinochet cuando prometió acabar con el “cáncer marxista” de Chile.

Los jóvenes y los no tanto, hacen uso de una protesta banal. Su motor es el odio, para algunos, pero para otros es el relajo. Conozco el caso de un vecino adolescente, que vive solo en su apartamento, pues su padre lo visita ocasionalmente ya que vive en otra ciudad.

Me dicen que le gustan las guarimbas, y debo suponer que aquello para ese muchacho debe ser algo así como un juego de Paint Ball o hacer realidad lo que seguramente pasaba horas practicando en salas de juego o en los aparatos electrónicos con los que lo miman. Ese muchacho no tiene edad para el odio, pero sí para ser usado por él. Hay una estructura que lo moviliza, no es una posición política clara, no es la reivindicación por violación a derechos al estudio, ni a la salud, ni a nada eso, y no es un muchacho formado políticamente.

El tema pudiera parecer de chiste, jocoso de imaginarse a un joven que hace realidad sus fantasías de guerra, inoculadas por los juegos con los que pasa sus horas de eterno ocio.

Abajo, en la calle, la adrenalina es real, tiene un efecto de realización plena y luego, una vez culminada la jornada ileso, el éxtasis. Mientras tanto, quien maquina cada una de las jornadas, construyendo día a día la propaganda de guerra que nos dejamos colar por las redes, utiliza a cientos de jóvenes como estos, que no responden a autoridad ninguna porque no la tienen, para sembrar el terror que los gobierna.

Es este el peligro real, sobre esa lógica los nazis accedieron al poder y exterminaron al otro, el diferente a ellos, lo cual ya hemos visto acá en mínima expresión, por ahora, pero que debemos detener como sociedad, porque el germen nocivo de pocos, puedo ser la tragedia de muchos.

@aliriocontreg