Por Ángel Miguel Bastidas|Duro camino el de la paz (Opinión)

“El camino es duro, muy duro, pero es el camino”, es una frase repetida muchas veces por el guerrillero venezolano Argimiro Gabaldón (1919/1964), cada vez que se refería a la liberación de los pueblos y aclaraba que la coexistencia pacífica era posible, y precisamente, como era posible, era temida por las fuerzas reaccionarias.

Colombia es un ejemplo de esa realidad; la paz se mostró tan cerca que la oligarquía, liderada en estos momentos por Álvaro Uribe Vélez, se movilizó con todo su poder para colocarle obstáculos a los Acuerdos de La Habana.

Pero no es tan cierto que los colombianos hayan votado por la guerra, porque la abrumadora mayoría prefirió inmutarse, aterrorizada por una clase política que siempre ha visto en violencia un recurso para apoderarse del país y despojar a los campesinos de sus tierras. Es la misma historia terrorífica de Estados Unidos, de mantener al pueblo «armado hasta los dientes» para que se defienda en medio de una violencia prefabricada por el mismo Estado.

La historia de la humanidad es la historia de unos 14 mil conflictos armados, con pocos espacios para vivir en paz, y vaya que hay ejemplos, como el de Vietnam que apenas tiene 41 años sin oír los ruidosos bombarderos imperiales.

A los 21 años de edad, Ho Chi Minh se fue al exterior hasta radicarse en París, donde creó la Unión Intercolonial para luchar por la liberación de Madagascar, Martinica, Haití, Argelia e Indochina, y evitar la guerra en su país. Treinta años después, siguió desde Vietnam sus esfuerzos por lograr la independencia con el apoyo de todos los sectores de la sociedad, unidos en un consenso nacional, pero el imperialismo yanqui prefirió el tormentoso camino de la guerra, pisoteando los Acuerdos de Ginebra (1954) y los Acuerdos de París (1973).

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