No conozco una burla más incisiva e irreverente que la que hace Charles Chaplin de Adolf Hitler en su película El Gran Dictador.
Es el mismo Hitler a quien Bertolt Brecht llamaba sarcásticamente “el pintor de brocha gorda”.
Por eso es que a mi, que no me gusta meterme con las personas, me provoca acudir en este caso a Chaplin y a Brecht para justificar mis palabras de guasa hacia un sujeto llamado José María Aznar. Y es que hay gente que hace méritos para ganárselas.
Pues entre la picaresca política de la élite internacional, una de las figuras más detestables se llama José María Aznar, líder de la derecha franquista y expresidente de su país por la gracia de Dios.
La verdad es que es un personaje impresentable de apariencia ridícula y malévola, al que nadie, como decían de Richard Nixon, le compraría un carro usado.
Pero no nos engañemos por ese aspecto que tiene, entre engreído y patibulario, pues el señor Aznar no es otra cosa que un asesino genocida que anda suelto.
Un asesino que participó como mentor del golpe de Estado en abril de 2002 contra el Gobierno y el pueblo de Venezuela. Su embajador Manuel Viturro fue el primero, junto con el gringo Charles Shapiro, que se hizo presente en Miraflores el 12 de abril para saludar y reconocer al breve dictador Pedro Carmona. Eso lo retrata.
Como lo retrata la foto de familia que se hizo un año después en las Islas Azores con George Bush y Tony Blair para planificar el ataque a Irak. Fungió como anfitrión el primer ministro portugués, José Manuel Durão Barroso; era el 16 de marzo de 2003.
Y es que este fascista farandulero está siempre a la orden de los grandes poderes capitalistas para servir de telonero en los espectáculos que ellos montan por el mundo adelante.
Porque este señor no falta a ninguna cita mediática de la derecha internacional con el fin de aportar sus mediocres habilidades.
Ahora, como fascista de convicción que es (no se puede decir de corazón porque corazón no tiene) vuelve por sus fueros para atacar de nuevo a nuestro pueblo. Esta vez los ladridos se producen desde la ciudad de Lima.
Con tanto muerto sobre su conciencia se atreve a hablar de libertades y derechos humanos. Patética marioneta neoliberal en la feria de las vanidades políticas.