Por Ramón Alirio Contreras|Bailando con tu sombra (Opinión)

No quise hacerlo. No quería escribir este año sobre tu ausencia. Pero escuchando a Víctor Heredia llegaste a mi ventana, cuando ya la noche cerraba este día loco de consultas médicas y cosas cotidianas. Son tres años y cuánto ha pasado desde entonces. Yo he sabido desde este experiencia de doble orfandad, la primera cuando Climaco Antonio se fue así no más, luego de una sonrisa, de sus juegos cotidianos, de sus bromas cotidianas. Me tardé tres años justamente para aceptar que sí, que ya no habría más abrazos, ni más besos en su mejilla fría, ni más verlo ordenar los asuntos de su faena diaria. Mucho menos nuestras discusiones por política. Porque a pesar de amar a ese viejo de manera infinita, no nos poníamos de acuerdo en eso. Como decía, luego de tres años fue que acepté que la vida seguía y que ya no podía contar con él, como siempre, que no podía cobijarme en su abrazo o buscar tu apoyo cuando las cosas no salían bien.

Lo mismo nos pasa ahora contigo, panita, camarada, Comandante. Hace unos días nos vino de nuevo el recuerdo del fatídico momento, de ese marzo de dolor, que como el de hace 204 años, partió la tierra en dos y se llevó numerosas almas en medio de una terrible sacudida. Pienso en eso y viene a mi mente la imagen de Bolívar trepando sobre los escombros y desafiando a los comentarios de los curas prorealistas que anunciaban aquello como castigo del cielo, para lanzar desde ahí su sentencia histórica de perseverancia contra la adversidad más grande.

La historia es un ritornello. Muchos de los problemas que enfrementamos hoy, los leemos en los libros de historia sobre lo que sucedía hace 200 años. Por eso padre, hoy, ante las complejas dificultades que atravesamos, te veo también en todas las faenas en las que tu te reiventabas y revertías la adversidad.

Hoy somos un pueblo que ya no te ve aparecer de pronto en la televisión, como nos acostumbrantes. También muchos han utilizado mal tu nombre, lo han manoseado cuando hacían bajo consignas cosas terribles, para borrar de la faz de la Tierra lo que tanto luchaste.

Acudo entonces a la certeza de que nos ensañaste mucho, de que sí es posible levantarnos de tan duros golpes. Estamos vapuleados, y los golpes a veces nos nublan la visión. Pero el camino es siempre volver a ti, volver al chavismo en su esencia y filosofía, limpiando los errores que cometiste y cometimos, pero construyendo el tesoro de nuestra independencia.

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