Por Ileana Ruiz|Bapu (Opinión)

Este 30 de enero conmemoramos un año más del vil asesinato de Mohandas Karamchand Gandhi, uno de los más reconocidos universalmente defensores de los derechos humanos. Por su ejemplo de vida, testimonio docente de dignidad lo llamamos Bapu, Padre o Mahatma, sabio maestro.

Estamos viviendo tiempos de descubrimientos hacia lo político y hacia lo humano. Tiempo que nos reta a encontrarnos e identificarnos en la diversidad que nos constituye. No se puede vivir soñando siempre, creyéndonos seres alados que recorren el universo, inventando motivos para ser felices a diario, decidiendo enloquecer a fuego lento, planteándonos la autonomía cultural como pecado a cometer aunque nos merezca el infierno de la incomprensión.

No se puede vivir amando apasionadamente en cualquier momento, con escalofrío y sobresalto, recibiendo acusaciones de ser culpable de terrorismo por nuestras manifestaciones de afecto. Es preciso buscar a través de nuestros rasgos culturales cómo conjugar las palabras, cómo pronunciarnos y hacer política, cómo construir la vida, cómo educarnos en comunidad. Cómo hacer para ser individualidad en comunión con las y los demás sin pasar a ser multitud en reunión sino colectivo con intereses, necesidades y objetivos afines.

No se puede vivir resistiendo, ignorando las señales que nos envía la muerte pese a que nos desalojen de nuestros emplazamientos de lucha o prohíban nuestra voz; demandando la aplicación de la ley del sentido común, exigiendo respeto a la causa justa. La clave es perfilar nuestra identidad. Una identidad que no puede ser definida absolutamente porque es inacabada, dinámica, evolutiva, ancestral y sagrada pero también actual y mestizada.

No se puede vivir convenciendo, argumentando la felicidad a fuerza de emprender un ayuno indefinido, sacrificando todo menos los principios, entregando la salud de ser preciso; eternamente solidarizándose con el dolor y las luchas que, al pertenecer a la humanidad, jamás son ajenas; dejando la piel y el espíritu en el terreno de la patria, responsablemente asumiendo el acompañamiento y soporte de lo amado. Ser humanidad en construcción es atender desde los pequeños detalles hasta lo más grande, ufanarnos de nuestro gregarismo que permite que se llore por otras penas más no en soledad.

O tal vez, desde lo más profundo del ser, tal y como ocurre contigo, Bapu, Padre, Mahatma querido sí se puede y es perentorio soñar, amar, resistir, convencer, solidarizarse, en fin, vivir.

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