POR: ORÁNGEL RIVAS
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El pueblo venezolano quiere la paz; la derecha en cambio defiende y promueve las acciones violentas, las cuales valora como “acciones épicas”, como éticamente necesarias. Los daños causados al país por los adversarios del Gobierno son considerados como “buenos y éticamente deseados”.
Se ha formado progresivamente en Venezuela una “cultura antichavista”, expresada en un odio a los chavistas, que se ha instalado tanto en los que son ricos, aspiran a serlo o los tienen como referencia.
Ello ocurre, incluso entre católicos piadosos. Identifiquemos cuáles han sido las prácticas sociales llevadas adelante por los “revolucionarios” y por determinadas políticas públicas, que puedan haber contribuido a la “cultura antichavista”. Busquemos opciones para, al menos, neutralizar esa cultura antichavista, evitar su propagación y construir espacios de encuentro y diálogo.
Hemos ganado una batalla política con la Constituyente; pero no hemos ganado una batalla económica.
Es prioritario el frente económico, en el que hay que reconocer al mercado como una institución necesaria y previa al capitalismo. Las variables y sectores de la economía necesitan de forma imperativa alcanzar una cierta estabilidad, especialmente el sector externo.
En caso contrario, los logros políticos obtenidos con la puesta en marcha de la Constituyente, pudieran escaparse, como el agua entre las manos, por la crisis económica, la cual se ha agudizado, a partir de año 2013 y seguramente se profundizará aun mas con las sanciones económicas impuestas al pueblo por los mandatos del capital.
Por ello hay que declarar a la economía venezolana en un periodo especial, para alcanzar estabilidad y eficiencia macroeconómica, protegiendo las necesidades del pueblo, pero evitando que la emergencia se convierta en un mecanismo de corrupción.
Se requiere llevar adelante de forma inevitable y perentoria una estrategia económica para que desde el corto plazo se obtenga estabilidad macroeconómica y confiera viabilidad a la diversificación productiva.